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En evidencia

La debilidad de los gobiernos de España, menos los de mayoría absoluta, ha venido acompañada de una voracidad nacionalista

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Cuando los dos grandes partidos se ponen de acuerdo y toman conciencia de lo que representan, entonces queda en evidencia el peso político de los partidos nacionalistas. No se trata de despreciar ninguna opción, ni una sola, porque el juego democrático abre el abanico con tremenda facilidad y garantía a todas las formas de entender España, tan es así que caben hasta aquellas que la desprecian con determinación y saña. Se trata de que cada opción política cumpla con el juego sagrado a que la representatividad obliga: tantos votos, tanta fuerza. Los españoles, tan desmemoriados como irritados, estamos acostumbrados a dar por bueno lo que son verdaderos ejercicios de anormalidad política que se explican desde la falta de generosidad de los dos grandes partidos nacionales. Sí, señor Duran i Lleida, aunque usted lo diga con desdén PSOE y PP son dos partidos nacionales, como el suyo es nacionalista. Parece que se puede ser con naturalidad lo segundo pero no lo primero. Parece que el nacionalismo español es inoportuno y casposo -y yo lo creo-, pero el nacionalismo es europeo y moderno, y yo no lo creo.

Ha bastado que esos dos partidos se hayan puesto de acuerdo y de forma inmediata el Congreso ha enviado a la Nación, perdón señor Duran i Lleida, al país, la foto fija del peso de las formaciones políticas que lo conforman. Y la realidad es que ustedes son mucho en Cataluña, pero son muy poco en el resto de España. Nos habíamos acostumbrado a creer que su fuerza era relevante. Y así era porque este Gobierno y los que vengan sin mayoría suficiente solo pueden caminar con su concurso y apoyo. El matrimonio de un partido nacional con otro nacionalista no debería ser en gananciales porque sale favorecido el que menos ha puesto. Ahora descubrimos que CiU tiene diez diputados, que son muy pocos cuando el PSOE y el PP acuerdan ir juntos a la reforma constitucional. Rodillo Constitucional, dicen los periódicos catalanes. Un poco de contención, por favor, porque en ese rodillo estamos representados la mayoría de los españoles. La debilidad de los gobiernos de España, menos los de mayoría absoluta, ha venido siempre acompañada de una voracidad nacionalista especializada en eso tan nuestro de, a ver, qué hay de lo mío. Eso, ¿no es otro rodillo?

Es el socialista Rodríguez Ibarra el que tiene escrito que los partidos nacionalistas tienen sentido en el Senado pero no en el Congreso, de donde han de salir leyes que afecten y beneficien a todos los españoles. Cuando Ibarra lo dijo, su partido se le echó encima. No era cuestión de molestar al PNV, a CiU y a Coalición Canaria, tres muletas que de forma intermitente han tratado al Gobierno como si fuera una tómbola en la que siempre se llevaban la muñequita de marras a sus casas. Hasta ahora. No durará mucho, pero el mensaje ha sido perfecto. Por una vez en el Congreso cada quien fue cada cual.