MUNDO

MUERTE Y RESURRECCIÓN

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Mientras la hija de Gadafi daba felizmente a luz en un hospital argelino, Nasrim, una joven de 19 años revelaba desde un hospital libio cómo fue violada en tres ocasiones por oficiales del régimen y forzada a ejecutar a 21 rebeldes prisioneros con un AK-47. Acogida la primera por 'razones de humanidad', que esgrime Argelia para proteger a la mujer del déspota y a sus hijos. Y la 'inhumanidad', principio que excita a la comunidad internacional para intervenir en un estado cuyos dirigentes cometen atrocidades contra la población.

La gran pregunta es si Libia será capaz de reconciliar a quienes durante más de cuarenta años apoyaron al sátrapa y a cuantos sufrieron las embestidas de su régimen brutal. Si quienes lícitamente lucharon por sacudirse la dictadura, abogados, médicos, periodistas, que arriesgaron su vida por la libertad, podrán librarse de su deseo de venganza.

En todas las guerras fratricidas, la reconciliación es el principio por el que un país funciona, y el odio, la ceguera que prolonga indefinidamente la división sectaria, y cierra en falso las guerras. Así ocurrió en Irak, donde la tensión que sucedió a la victoria hizo añorar al régimen extinto. Incluso mitificó la figura del alucinado Sadam.

Libia sin Gadafi no puede ser como Irak sin Sadam. Cohesionar a los que están aún a favor y los que militaron en contra no será fácil. Como tampoco impedir la desintegración del Ejército (Gadafi contrató mercenarios porque no se fiaba de sus soldados). La seguridad exige la convivencia con los antiguos mandos de la Policía y el Ejército para evitar el caos. Lo contrario servirá de alimento a la insurgencia. La duda surge ante la primera depuración masiva de las fuerzas que apoyaron al coronel.

La negativa a la presencia de una fuerza internacional puede interpretarse como deseo de eliminar testigos incómodos. La preocupación se teje sobre las matanzas en Trípoli, donde el factor insurrección ha sido testimonial en el curso de la guerra. No se olvide que la victoria que se atribuyen los rebeldes la forjan los bombardeos de la OTAN. Y que esta no deja de ser una guerra sangrienta contra Occidente. Tampoco a Bin Laden lo hallaron con los bombarderos en Tora Bora. El desierto libio es tan inmenso e inescrutable como aquel. Ese es el aliado estratégico más importante del líder vencido y el tiempo su mejor amigo. Si restablecida la democracia no será confiscada por el islamismo radical en favor de la subversión o la inseguridad y la violencia. O la democracia la que nosotros imaginamos.