El juglar que se niega a ser vasallo
Albert Boadella recupera 'El Nacional', caústico montaje sobre los teatros de ópera estrenado en 1993
MADRID. Actualizado: GuardarAlbert Boadella (Barcelona, 1943) vuelve a la carga. Y nunca mejor dicho. Al frente de Els Joglars desde hace medio siglo, autoexiliado de una Cataluña que lo «desprecia» y «no perdona la traición», el hoy director de los madrileños y públicos Teatros del Canal sostenidos con los presupuestos de Esperanza Aguirre, está dispuesto a dar leña hasta el final. Incluso a la mano que le da de comer. En un teatro privado -Nuevo Alcalá de Madrid- rescata y pone al día uno de sus montajes más vitriólicos, 'El Nacional', estrenado en 1993 y que pone en solfa al elitista mundo de la ópera que, con apoyos públicos, fagocita el espacio escénico y acapara las subvenciones y ayudas que se les niegan a otros.
En una corta temporada de apenas un mes -hasta el 13 de noviembre- y en esencia con el mismo elenco que la armó con esta pieza hace 18 años, incluido el inconmensurable actor Ramón Fontseré, «el mejor de la escena actual, sin duda» a juicio de Boadella, el juglar indómito regresa al frente de «de la única compañía privada que resiste», medalla que se cuelga «sin complejos». Una compañía que «ahora como entonces, es víctima de la competencia desleal de las administración pública» a la que hoy sirve.
La contradicción es la esencia de este bufón ilustrado que se enfrentó al franquismo, que hizo del teatro una liturgia libertaria en la transición y que hoy se dice víctima de un nacionalismo de corte dictatorial «que nos ha convertido en muertos civiles en Cataluña, en seres incómodos y poco fiables a los que se mira mal, aunque no nos lancen cócteles molotov».
En su regreso al circuito comercial, advierte que yerra « quien supone que acepar un cargo público es un vasallaje». «Nadie podrá comprar nunca la libertad de Els Joglars ni la mía; si Esperanza Aguirre pensó que al contratarme que en el sueldo iba mi libertad de expresión, se equivocaba». Su hoy jefa «sabía lo qué había cuando me contrató. De no ser así no lo habría hecho», asegura. Espera Boadella que la presidenta presencie «como todos los anteriores» este montaje que zarandea a los grandes teatros de ópera que se comen el 90% de del pastel escénico público. Pero reconoce irónico que «hace tiempo que los políticos dejaron de darse codazos por ir a ver a Els Joglars».
La libertad de expresión fue y será el horizonte de este corrosivo director sin pelos en la lengua, orgulloso de llevar medio siglo ejerciendo de mosca cojonera. «Siempre fuimos críticos con el poder, y eso nos valió consejos de guerra y cárcel en el franquismo, intentos de atentados y sabotajes». «El precio a esta alturas del partido es el autoexilio» plantea.
«Podríamos haber sido la gran compañía del oficialismo catalán, pero nos pusimos a la contra y lo pagamos. Cuestionamos las verdades sectarias de la dictadura nacionalista y hemos pagado las consecuencias» sostiene. «No nos quieren. Nos consideran traidores a la causa» dice sin perder la sonrisa y reconociendo la incomodidad de una situación «imposible e irreversible». «El divorcio es mutuo. Ellos no nos interesan a nosotros y la Generalitat dejó de contratarnos».