Sublevados posan junto a los restos de un avión de la compañía aérea nacional. :: P. BAZ / AFP
MUNDO

La familia de Gadafi huye a Argelia

La marcha de la primera mujer y tres de sus hijos vaticina el final de la guerra, mientras la OTAN bombardea Sirte

TRÍPOLI. Actualizado: Guardar
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Los disparos y explosiones se han convertido en gritos de alegría y bocinazos. La guerra ha terminado, el Ramadán vive sus últimas horas en Trípoli y la gente comienza a creer en el fin del régimen. Las noticias de combates llegan ahora desde la lejana Sebha, 800 kilómetros al sur, y sobre todo desde Sirte, 400 kilómetros al este. Los rebeldes tratan de negociar con las tribus locales la rendición de ambas ciudades, pero de momento el diálogo no funciona. Varios responsables del Consejo Nacional Transitorio (CNT) denunciaron que los seguidores de Gadafi están aterrorizando a la población en Sirte, localidad natal del dictador, alertando sobre las represalias que los rebeldes tomarán si se pacta una rendición.

«Lucha a muerte» es el mensaje que el grupo formado por «unos 10.000 hombres armados leales a Muamar» tratan de inculcar a los civiles, según mandos de los milicianos consultados. Los rebeldes rodean la ciudad y la OTAN les allana el camino desde el aire; ayer los aviones de la Alianza llevaron a cabo más de una veintena de ataques sobre el bastión gadafista. La búsqueda del dictador no cesa, algunas fuentes le sitúan en su ciudad natal y ayer mismo el Ministerio de Asuntos Exteriores argelino confirmaba que tanto la segunda mujer del dictador, Safiya, como tres de sus hijos -Mohamed, Aníbal y Aisha- se encuentran en el país norteafricano, con lo que ya empieza a aclararse el paradero de la familia del dictador, toda una incógnita hasta ahora. Al parecer, entraron ayer por la mañana a través de la frontera terrestre que separa Libia y Argelia. La huida de los familiares podría ser un síntoma más de que el final de la era Gadafi está más cerca.

Aunque los combates se detuvieron hace apenas 48 horas, la guerra parece cosa del pasado en una capital que se ha convertido en un enorme parque temático donde cada día aparecen nuevas atracciones. El último descubrimiento es el avión personal de Muamar el Gadafi, un Airbus 340 que desde fuera parece una aeronave más de la compañía libia Afriqiyah -incluida en la lista negra de la Unión Europea-, pero que por dentro cuenta con todo el equipamiento y lujo imaginable.

«Llevo 22 años trabajando en aviación civil y es la primera vez que lo veo. Cuando Gadafi venía al aeropuerto nos encerraban en los despachos», confiesa Ali Mabruk mientras acerca una escalera a la puerta frontal de la aeronave. El aeropuerto es ahora la base principal de los milicianos de Zintán, que han decorado el avión presidencial con su escudo de guerra. Los rebeldes suben y se hunden en los enormes sillones de cuero gris metalizado, entran a los servicios y registran cada compartimento.

Aunque la ciudad lleva cinco días sin agua corriente, en el Airbus de Gadafi sí hay. Las condiciones de vida son complicadas y la Comisión Europea (CE) ha abierto en Trípoli una oficina de asistencia humanitaria y ha enviado un equipo de expertos para garantizar la rápida distribución de la ayuda procedente de los Veintisiete e identificar nuevas necesidades. De momento la UE destinará una ayuda de diez millones de euros. Cuatro de ellos se dedicarán a respaldar las actividades del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) en Trípoli y otras ciudades donde se mantenga el conflicto.

El CICR ya trabaja sobre el terreno y ayer denunció que entre los prisioneros capturados por las milicias rebeldes durante la toma de Trípoli hay ciudadanos extranjeros, de varios países africanos, a los que ya han tenido acceso. De la mano del organismo europeo llegaron también a Trípoli diplomáticos franceses y británicos, los primeros en reabrir sus legaciones en la nueva era libia.

Pillaje sin freno

Los milicianos suben de uno en uno al avión, sin dejar sus armas en tierra. Miran, registran, pero no se llevan nada. Una situación muy diferente a la ocurrida en las propiedades de la familia Gadafi, totalmente saqueadas. El pillaje de la última semana ha llevado a organizaciones como Amnistía Internacional a alertar de que «los registros penitenciarios y otras pruebas materiales pueden ser decisivos para cualquier juicio que pueda celebrarse en el futuro por delitos cometidos durante el régimen del coronel Muamar el Gadafi». Documentos personales y oficiales acaban en las maletas, bolsas de plástico y maleteros de civiles que arramplan con todo lo que se les pone delante y esperan obtener algo de valor entre tanto papeleo.

La salida de los Gadafi debió ser muy precipitada, ya que en las casas dejaron todos sus objetos personales, desde los sagrados coranes hasta las fotos de familia. Pese a los saqueos AI confía en recolectar las pruebas que, entre otras cosas, «podrían ayudar a arrojar luz sobre la suerte de muchos presos que han 'desaparecido' en las cárceles libias en los últimos decenios, entre ellos muchos miles que fueron apresados por fuerzas partidarias de Gadafi desde que comenzó el levantamiento».

Las mansiones o el avión del dictador son la parte amable de los descubrimientos diarios de los libios de a pie, que con la excitación se olvidan por momentos de la falta de luz, electricidad o combustibles. La parte más cruda la representan las cloacas del régimen, como la prisión del cuartel general de la Brigada Jamis, hijo del dictador cuyos hombres, según Human Rights Watch, podrían ser los responsables de la ejecución de 45 detenidos el pasado día 23 en un almacén próximo a la capital. Los esqueletos de las víctimas, algunos atadas de manos y pies, son la imagen de los horrores de la guerra por el control de Libia.

Madre de siete de los ocho hijos de Gadafi, Safiya es esposa del dictador desde 1970.

Es la oveja negra de la familia. Trabaja para una empresa que exporta petróleo libio. 34 años.

Hijo de su primera mujer, a sus 40 años presidía el Comité Olímpico libio.

Es abogada y el ojo derecho del coronel. Formó parte del equipo que defendió a Sadam Husein.