Lola y su tía en Myanmar.
VACACIONES SOÑADAS

«En Myanmar hay pagodas por todas partes, unas 3.000»

Volvió sorprendida por la obsesión religiosa. «Dejan de comer para poner pan de oro a los budas»

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Hace años que quería ir a Myanmar. Lola Coll lo comentó en una comida navideña. «Y mi tía, que tiene 77 años, dijo: 'Voy contigo'». Lo hicieron en abril. «Esperaba mucho y no me defraudó. Es un país preciosísimo». Sobre todo Bagan. «Es una zona arqueológica donde un rey del siglo X levantó tantas pagodas budistas que hay censadas 3.000. Están por todas partes, hasta en el jardín del hotel». Según la leyenda, un hombre podía atravesar el reino sin dejar de tocarlas con las manos. «Y lo creo. Es país de las pagodas».

A esta veterinaria de Gerona que vive en Vitoria le cautivó el lago Inle. «Tiene huertos flotantes, sobre todo de tomates, que se recolectan desde barcos». Algunos viven en palafitos y se pesca con red. «Como la manejan con las dos manos, reman con el pie». Le chocó «la obsesión religiosa» del norte del país. «La gente deja de comer para poner pan de oro a los budas; algunos están redondos. Tienen hasta doce centímetros de capas de pintura». Vio a los monjes de túnica azafrán recorrer las calles con sus cuencos, pidiendo alimento. «Pero ya les dejan comida en los templos, y dinero para mantenerlos. Y dices: 'Está bien, pero podrían emplearlo en hacer alcantarillas».

¿Por qué Myanmar? «Me gusta viajar a países con cultura antigua y restos arqueológicos. Éste los tiene». Además de «gente amable y amigable», y una buena infraestructura turística algo infrautilizada. «En un hotel estuvimos solas. Nos preguntaron qué íbamos a desayunar, para no poner el bufet. Ellos lo achacan al bloqueo económico americano y británico a su régimen militar». Le sorprendió que derriben pagodas del siglo XIV para levantar otras costeadas por un patrocinador, con su nombre en la plaquita. «El patrimonio arqueológico y cultural del país es bestial y está dejado de la mano de Dios. Ves pinturas del siglo XII sin vigilancia».

Momentos inolvidables

Hubo momentos inolvidables. «Es difícil elegir uno. Quizá los atardeceres de Bagan y de Inle». O el de la Roca Dorada, que, cuentan, se apoya en un pelo de Buda y está cubierta de pagodas». Es lugar de peregrinación. Como las pagodas de Mingun. «La blanca, Miathiendan, simboliza el Cielo budista con ondas que representan los ríos que llevan al Paraíso; y la de Pahtodawgyi, medio derribada por un terremoto, tiene grandes grietas». Pero hay algo que Lola no perdona en un viaje: «Voy a la peluquería, porque ahí veo la vida real del país». Dejó a su tía en la 'coiffure' del hotel y fue a la habitación a por dinero. «Al volver la vi tumbada en una camilla. Le lavaban la cabeza, y con masaje. Yo hice lo mismo».