La Plaza de Abastos encandila al turista
Viajeros nacionales y foráneos copan los pasillos del edificio en un fenómeno en aumento desde el fin de su rehabilitación El Mercado Central se consolida como uno de los puntos ineludibles del visitante
CÁDIZ. Actualizado: GuardarUna plaza rectangular de estilo neoclásica, rodeada por una galería sobre columnas dóricas. Arcos de medio punto para las ventanas, cornisas en trazos rectos, lineas sencillas y depuradas para un edificio proyectado por Torcuato Benjumeda y construido por Juan Daura. Esas son las trazas arquitectónicas de un edificio, la Plaza de Abastos, concebido para comprar lo más fresco en carne, fruta y verdura y pescado. El punto de encuentro de generaciones y generaciones de gaditanos que desde 1830 copan sus galerías para hacerse con el mejor género de la ciudad. Hasta ahí lo lógico para un edificio concebido para ese referido fin. Pero los tiempos cambian y los carros y bolsas coexisten hoy con las cámaras de fotos en la plaza de la Libertad. El edificio más funcional del casco histórico también es ahora uno de los más elogiados y visitados por el turista. Una afluencia que se experimenta todos los días del año pero que en verano se convierte en el milagro de la Plaza.
Desde que el Mercado Central se puso guapo a finales 2009 no hay un objetivo que se le resista. Luminoso, amplio, divertido, histórico... A la Plaza le llueven los piropos venidos desde visitantes nacionales y extranjeros. Quizás por eso se ha convertido en punto ineludible de la ruta de artes y costumbres de la ciudad. El trasiego de turistas por las galerías y pasillos del Mercado incrementa cada verano, como reconocen los propios detallistas. «Si cobrara por las fotos que me han cada día, sería millonario», reconoce uno de ellos, Juan Carlos Herrera, de una frutería.
Mucho andar, poco gastar
Quizás no sea conocido a nivel nacional como el barcelonés mercado de La Boquería pero la Plaza de Abastos de Cádiz se lleva la palma como tubo de ensayo de la idiosincrasia gaditana. «La gente aquí es muy simpática. Es la mejor forma de conocer a los gaditanos». Así de claro lo explica Paulina Martín, una holandesa casada con un gaditano que en cada viaje a Cádiz no pierde la oportunidad de visitar la Plaza. «Me encanta venir por aquí. En este viaje se han venido con nosotros dos holandeses». Los mismos que ayer asentían encantados junto a Paulina al ser preguntados si les gustaba el edificio. «Es muy grande», acertaban a chapurrear a duras penas.
La limpieza, la luminosidad y la estética son algunos de los elogios que recibe el vetusto edificio a los venidos de más allá de Puerta Tierra, como confirma la sevillana Concha Macías: «Es una plaza muy ventilada y muy limpia. Estéticamente, además es preciosa». Y si a eso le sumas el ineludible atractivo de lo que descansa en mostradores y vitrinas, el éxito turístico está asegurado. «El género es muy variado, sobre todo la zona del pescado que es enorme. Además, nos han dado a probar fruta en un puesto», explica Rosa Lastra. La asturiana estaba ayer de visita por la ciudad y recaló en el mercado a través de la ruta de los cargadores de Indias. Un reclamo recogido en los mapas que se entregan en los puntos de información turística municipales.
Ayer, los planos y las cámaras iban y venían, como pauta habitual de los veranos. En cuanto a la procedencia de los visitantes, tanto el turismo nacional como el europeo se dan cita ante los puestos de la Plaza. «Muchos de los que vienen son de los cruceros», matiza además el detallista Juan Carlos Herrera. A la mayor parte de ellos les une una afición, concentrada por Lastra: «Somos habituales de los mercados. Allá donde vamos de viaje, nos gusta conocer sus mercados. Nos da una orientación de los productos que se consumen y de los precios».
A Rosa y su marido Quique Junquera les parece «algo caro» el precio de algunos productos, «sobre todo, el marisco». Aunque Concha se deshace en halagos para el edificio y sus trabajadores muestra una opinión parecida en el tema de los precios: «El pescado es caro, teniendo en cuenta que nos encontramos en un puerto de mar. Está más caro que en Sevilla y ya allí no es barato». De su visita, Concha Macías y su familia se llevaron algo de fruta y pescado, para comer en la casa que tienen de veraneo. Paulina compró fruta y queso, «además de pescado para cocinarlo en casa de los familiares».
Pero no es la pauta habitual, como reconocen los propios detallistas. Y es que lo habitual es lo que hacen viajeros como Rosa Lastra: «Nos compraremos una pieza de fruta para comérnosla por el camino». El motivo es obvio: «Es una pena pero no podemos comprar pescado ni nada de eso porque no podemos ir cargando».
Los vendedores de carne y pescado no notan en sus cajas la presencia de turistas en la Plaza. De hecho, ni las piezas de fruta de aisladas se dejan sentir en los puestos de fruta. «Son turistas diesel, andan mucho pero gastan poco», matiza entre risas Juan Carlos Herrera. Otro frutero, Francisco Ponce de León apostilla más con cierta sorna: «Esto es como un museo. Se nota que viene mucha más gente, pero es una afluencia que no deja nada». Y no será por que no le pone ganas: «Doy a probar fruta para que la gente se anime a comprar». Pero parece que ni por esas se animan las ventas. «Fotos todas las que tu quieras, pero ya está, quien compra es el que es de aquí». Y es que hay pautas que nunca cambian.