1978. Segundo enlace de la duquesa, con Jesús Aguirre, en el palacio de Liria
duquesa de alba y Alfonso Díez

Camino del altar

Cayetana confirma que se va a casar con Alfonso en octubre «en la más estricta intimidad»

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Puede que su apariencia dé idea de fragilidad y desvalimiento, pero a María del Rosario Cayetana Fitz-James Stuart y Silva se le ponen muy pocas cosas por delante. En cuestión de amores claudicó una vez ante las presiones externas: fue en la juventud, cuando su padre le hizo ver que su impetuosa pasión por el torero Pepe Luis Vázquez no tenía ningún futuro. Pero, si exceptuamos aquella ocasión, que la pilló tierna e inexperta, la duquesa de Alba siempre ha tenido muy claro lo que quiere y a quién quiere, y le importa muy poco lo que puedan pensar los demás. Cuando empezó su relación con el funcionario Alfonso Díez, por encima del abismo de 25 años de diferencia, la posibilidad de que se acabasen casando era sobre todo material para chistes fáciles, una ocurrencia que el mundo veía como disparatada, pero la duquesa ha ido preparando el terreno y afianzando su relación hasta culminar con el documento que envió ayer: «Ante las últimas noticias aparecidas en los medios -arranca el texto-, comunico que mi enlace matrimonial con D. Alfonso Díez será a primeros del mes de octubre».

La duquesa, sí, se casa. Y, por si quedaba alguna duda, lo ratifica por escrito, con el membrete de la Casa de Alba por arriba y su firma manuscrita por debajo, sin timideces ni medias tintas. Incluso evita esa racanería en los detalles tan molesta en estos casos, al entrar en pormenores inesperados: «Dicho enlace -explica- se celebrará en la más estricta intimidad, contando con la asistencia de mis hijos, con sus respectivas mujeres actuales, anteriores nueras y mi yerno Francisco». Así se refiere, como «mi yerno Francisco», al torero Francisco Rivera Ordóñez, exmarido de su hija Eugenia y destinatario habitual de la admiración y la simpatía de la duquesa. Como padrinos de boda actuarán Carlos Fitz-James Stuart, hijo mayor de Cayetana, y su gran amiga Carmen Tello, esposa del torero Curro Romero y una de las pocas allegadas ajenas al núcleo familiar que podrán estar presentes en la ceremonia: «No asistirá ninguna amiga por falta de espacio y para que no se puedan sentir ofendidas, con la excepción del Doctor Trujillo, que me intervino quirúrgicamente», apunta el comunicado. El neurocirujano Francisco Trujillo es el médico que la operó en 2009 para implantarle una válvula que resolviese sus problemas de hidrocefalia.

La duquesa adelanta ya que no habrá prensa en el enlace, pero sí un fotógrafo «que difundirá las fotografías a todos los medios», y también especifica que la elección de los padrinos ha sido «expreso deseo» del novio. No menciona, en cambio, el lugar donde se celebrará la ceremonia: corría el rumor de que el escenario elegido era una ermita de Ibiza, pero la propia duquesa lo desmintió hace unos días. «Será en Sevilla», dijo, así que el entorno más probable es la capilla del propio Palacio de Dueñas. Esto coincide con lo que avanzó a primeros de este mes la revista 'Semana', en un reportaje que también apuntaba a Victorio y Lucchino como diseñadores del traje de novia y al cura Ignacio Jiménez Sánchez-Dalp, párroco de la iglesia sevillana de la Asunción, como oficiante.

La boda llevará a buen término un noviazgo que ha sido fuente constante de perplejidad, guasa y habladurías: teniendo en cuenta la diferencia de edad -85 años ella, 60 él-, el escalón social que separa a la pareja -los reporteros suelen abordar al pretendiente a la entrada del trabajo, ese momento tan poco aristocrático- y la incalculable riqueza de la novia, resultaba difícilmente evitable que a Alfonso Díez se le tachase de interesado y arribista, y eso utilizando palabras suaves. Todo el mundo escrutaba la reacción de los hijos ante la entrada en escena del nuevo personaje, y alguno de ellos no se privó de opinar en público: «Mi madre no puede casarse porque no puede hipotecar el futuro de la Casa de Alba a estas alturas, con 85 años», sostenía Cayetano hace solo un par de meses. Pero el camino de la pareja se despejó el mes pasado, cuando la duquesa repartió parte de su fortuna entre sus hijos y su nieto mayor: fueron casi mil millones de euros, una cantidad que quizá no mueva montañas, pero sí voluntades.

Cola de cinco metros

Será la tercera boda para la duquesa. Cada una ha sido un poco menos esplendorosa y más privada que la anterior, pero también hay que tener en cuenta que la primera marcó una época: el 12 de octubre de 1947, Cayetana contrajo matrimonio en Sevilla con el ingeniero Pedro Luis Martínez de Irujo, hijo de los duques de Sotomayor, al que había conocido durante unas vacaciones en Zarautz. 'La boda del siglo', titulaba la prensa de entonces, tirando de ese recurso olvidadizo que suele repetirse varias veces cada cien años. Hubo casi 3.000 invitados, aunque el periodista Antonio de Ergoyen, en su crónica sobre «el enlace de la duquesita de Montoro», puntualizaba que no todos eran iguales: «Hay varias categorías, como en los paquetes trasatlánticos: de lujo, de primera y de clase turista». Unos almorzaban en el salón y los otros, en los jardines, y también se les sirvieron mil comidas a los pobres de Sevilla. El pueblo salió a las calles para aplaudir a la novia en su trayecto desde Dueñas a la catedral, en coche de caballos, y se maravilló ante la riqueza de su atuendo, con encajes del siglo XVIII, cola de cinco metros y la tiara de perlas de la emperatriz Eugenia. El vestido costó 125.000 pesetas; el banquete, un millón, y dicen que una tal Isabel de Inglaterra tuvo que esmerarse para superar tanta magnificencia en su propia boda, celebrada un mes después.

Frente a ese derroche de poderío, la segunda boda de la duquesa fue una cosa pequeñita, discreta, como correspondía al enlace entre una aristócrata viuda y un teólogo exjesuita, Jesús Aguirre. Se celebró el 16 de marzo de 1978 en la capilla del palacio de Liria, decorada para la ocasión con valiosas piezas de arte, asistieron 120 invitados y la novia lució un conjunto de blusa y falda, complementado, eso sí, con joyas tan espléndidas como una pulsera de la reina Victoria Eugenia. Veremos qué alhajas luce esta vez, aunque será mejor esperar al gran día sin hacer muchas más cábalas: «Agradecería a la prensa que cesen las especulaciones falsas y respeten mi tranquilidad», reclama la novia en su comunicado. Y, por frágil que parezca, siempre será mejor no despertar su ira.