Alfonso Díez está en Ibiza. La Duquesa de Alba, también, pero no se dejan ver juntos. :: R.C.
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La siesta de Carabantes

Alfonso Díez se hace caro de ver en Ibiza, mientras su novia no para

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La noticia estos días en Ibiza es que Alfonso ya ha llegado a la isla para reunirse con su amada, la duquesa de Alba. El notición, que el funcionario permanece oculto en casa y no se deja ver. Y ya el 'scoop' mundial, que mientras Díez Carabantes seguía a la sombra de la parra o quizá glicinia, leyendo la prensa o echando cabezadas, a su octogenaria y marchosa novia le ha dado tiempo de ir a la playa, darse varios baños y lucir un par de modelos distintos de biquini. Temo que Díez se le vaya a quedar pronto mayor a Cayetana. En Madrid y Sevilla hacen una pareja bastante coordinada, dentro de lo que cabe, pero en Ibiza ella se transforma, en el sentido más transformista del verbo. Allí pasa de duquesa de Alba a 'hippiosa' de Alba. Y esto para un hombre de secano, no sé, no sé... En todo caso, los paparazis pitiusos siguen con la esperanza de poder captar escenas impagables como las del año pasado en las que pudimos ver a Alfonso en floreadas bermudas darse un baño con su novia, eso sí, donde no cubre y asido a una colchoneta. La imagen más celebrada de este verano sería la de ambos donde sí cubre y con los rostros 'cheek to cheek'. De estampas como esa están nuestras playas llenas. Y es que el amor y sobre todo la pasión cuando no tiran al monte tiran a lo hondo. Siempre que veo a una pareja así me pregunto lo mismo que se pregunta cualquiera al paso de la Macarena: ¿qué estará ocurriendo debajo?

Puede que la misteriosa ausencia de Alfonso en sus primeros días ibicencos se deba a que, hombre prudente él, ha decidido broncearse gradualmente en el jardín antes de salir a darlo todo sobre el siempre exigente e implaclable escenario público de la playa. Hay que tener en cuenta que este funcionario del Estado, aunque dé la impresión de vivir en perpetua tournée ducal, en realidad acaba de cogerse las vacaciones. El otro día, por cierto, rumbo al trabajo, unos reporteros asfálticos le preguntaron: «Pero usted se va a casar, ¿verdad?». Y él, antes de entrar en el edificio del Instituto de la Seguridad Social en el que ficha a diario y del que sale también a diario a comerse un pincho de tortilla, contestó: «Yo lo que voy es a trabajar». Y es que trabajar y estar casado podrían resultar términos absolutamente incompatibles en su caso. Tengo para mí que, como funcionario de la Seguridad Social, Carabantes algo sabe sobre cómo está (de mal) la caja única y se ha lanzado a labrarse un plan de pensiones opulento, vitalicio, pelín extravagante, pero desde luego infalible. La fecha de la boda (el cuarto misterio de Fátima) la fijan ahora los expertos para primeros de octubre. Creo que si esta pareja (trending topic recurrente) quiere dar un nuevo golpe de efecto y de posmodernidad, ni por la iglesia ni por lo civil... Lo que tendrían que hacer es casarse por el Twitter.