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De sublevados a luchadores por la libertad del país

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«No nos llaméis rebeldes, somos luchadores por la libertad», repiten los milicianos una y otra vez a los periodistas extranjeros. El cambio de denominación ha llegado de la mano de los avances en el campo de batalla.

Detrás de los «luchadores por la libertad» se encuentra un ejército de descontentos con el régimen, jóvenes y no tan jóvenes -Gadafi lleva 42 años en el poder- que han vivido sometidos a un sistema que parecía invencible. La oposición en el exilio ha jugado su papel -como lo revela la llegada de personas como Jalifa Hifter, antiguo general del Ejército libio y héroe de la guerra de Chad-, pero el peso principal de la lucha ha recaído en gente que vivía encerrada en el país, frustrada, sin empleo y sin disfrutar de los enormes beneficios que cada mes reporta el petróleo a las arcas públicas.

A ellos se han unido los represaliados políticos de un sistema que encerraba a quienes discrepaban bajo la acusación de «contrarrevolucionarios», los fundamentalistas islámicos, también perseguidos por las fuerzas del orden, y un número importante de ex altos funcionarios y diplomáticos como Abdul Gebreel, enviado libio a Naciones Unidas, que no dudaron en cambiarse de bando a las primeras de cambio. Entre estos últimos se encuentran también el máximo responsable de Consejo Nacional Transitorio y exministro de Justicia, Mustafá Abdul Jalil, o el recientemente asesinado Abdul Fatá Younes, líder militar rebelde y exministro de Defensa de Gadafi.