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Los rebeldes libran la batalla final en Trípoli
Los milicianos alcanzan la capital mientras Gadafi hace un llamamiento desesperado para su defensa
Actualizado: GuardarLa batalla final ha comenzado. Los rebeldes han llegado al lugar con el que soñaban desde que el pasado 17 de febrero se alzaron contra Gadafi: Trípoli. Bengasi ha ejercido de capital de la nueva Libia durante demasiado tiempo y es el momento de izar la bandera tricolor en la ciudad más importante del país y auténtico símbolo del régimen. Tan importante como los combates es la complicidad de los civiles. Por eso cuando en la noche del sábado miles de personas se echaron a las calles para mostrar su apoyo a la revolución, los sublevados comprendieron que había llegado el momento y empezaron los ataques que continuaron ayer.
Desde Bengasi, los responsables del Consejo Nacional Transitorio informaron de que «hay combates en siete barrios distintos y la base aérea de Matica está en nuestro poder». Dos de las zonas que primero se levantaron fueron Abu Sita y Souq al-Yumaa, donde ya se habían producido pequeños desórdenes en los primeros momentos de la revolución. Mientras los opositores combaten a pie de calle, la OTAN sigue con su trabajo de desgaste y ayer volvió a bombardear el cuartel general de Gadafi en Bab al-Aziziya y otras posiciones militares en los alrededores.
Los rebeldes avanzaron desde el oeste y dejaron atrás Zauiya para conquistar sin apenas combatir -según Associated Press- la base militar de la Brigada de Jamis Gadafi, a tan solo veinte kilómetros de la capital. Este era uno de los cuarteles generales de la unidad especial del hijo del dictador, una de las mejor equipadas. Los milicianos consiguieron hacerse con un auténtico arsenal mientras desde el sur, las unidades opositoras se reagrupaban en Ghariam.
Horas después, la cadena catarí Al-Jazeera informaba de batallas cuerpo a cuerpo en el entro de la capital y confirmaba que la mayoría de los barrios de la periferia habían sido «liberados», al tiempo que las brigadas gadafistas se retiraban hacia Bab el-Aziziya, el palacio fortaleza de Gadafi. El portavoz de la alianza opositora, Assil Tajouri, afirmó que los insurgentes controlan al menos el 50% de la capital y vaticinó que en las próximas horas podrán mejorar las noticias, «especialmente desde la entrada de los combatientes».
Mientras la derrota en el plano militar parece cada vez más clara y la lista de altos cargos que optan por huir amenaza con seguir creciendo, Gadafi volvió a dirigirse a los suyos a través de un mensaje de audio en el que pidió «lucha a muerte» contra las «ratas» y acusó directamente al presidente francés, Nicolás Sarkozy, de querer «robar el petróleo» del país. «Me quedaré hasta el final», aseguró a sus seguidores en un segundo discurso pronunciado dos horas después y en el que hizo un nuevo llamamiento para que «los libios de todas las provincias acudan a la defensa de Trípoli». Un mensaje alejado de la realidad ya que los que se aproximan son precisamente aquellos que persiguen el fin de la dictadura y no sus partidarios.
Como ha sido una constante del régimen en los últimos años, el mensaje duro y directo de Gadafi tuvo una réplica más suave de su hijo Saif el-Islam, que estaba llamado a sucederle. En una entrevista ofrecida a la cadena pública, El-Islam solicitó un «diálogo con las fuerzas de la oposición» y reiteró que «de ninguna forma nos rendiremos».
La política empleada por Gadafi ha permitido mantener desunidas a las tribus durante cuatro décadas y alejar de esta forma una posible alianza que le hiciera sombra. Una política de cal y arena ahora inútil ante un levantamiento que no admite negociación alguna ya que lo que busca es que el dictador deje su puesto y abandone el país. Son las dos condiciones indispensables para los sublevados desde que estallara la revuelta.
El portavoz del régimen, Musa Ibrahim, también dirigió unas palabras a la nación para ofrecer la particular visión del régimen. Ibrahim aseguró que lo que para los rebeldes es «el inicio de la batalla final» no fueron más que «pequeños combates que apenas duraron media hora».