Detalle de la evolución del índice del Ibex-35 durante la sesión del pasado viernes. :: GUSTAVO CUEVAS / EFE
caída del ibex-35

El maleficio de agosto

En agosto se dejaron sentir los efectos de la crisis rusa, del desplome de las Bolsas asiáticas y del pinchazo tecnológico El Ibex-35 ya lleva perdido este mes un 15,5% de su valor y ninguna medida adoptada ha cortado la sangría

MADRID. Actualizado: Guardar
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El maleficio de agosto afecta a las Bolsas más que nunca este año. En el tradicional periodo de reposo de la actividad económica en el área más desarrollada del mundo, los escasos inversores que se mantienen activos han ganado en ocasiones muchísimo dinero -según una leyenda extendida en los mercados, de ahí viene la expresión 'hacer el agosto'- aunque a costa de una fuerte exposición a los sobresaltos de acontecimientos inesperados. El signo rojo de las pérdidas ha teñido la evolución de los parqués este año. En las jornadas transcurridas del mes, el Ibex-35 ha perdido un 15,5% de su valor y nadie se atreve a pronosticar su evolución a corto plazo.

Ninguna de las medidas adoptadas para cortar la sangría ha surtido efecto. Para combatir el temor de los inversores a una nueva desaceleración económica, así como la resaca de la degradación de la 'nota' de la deuda de Estados Unidos, la Reserva Federal norteamericana se ha comprometido a mantener el precio del dinero bajo mínimos durante al menos otros dos años. En la zona euro, los dirigentes de Alemania y Francia han salido al paso a las acusaciones de indecisión con un programa de gobierno económico, y hasta los reguladores de los mercados de los principales países optaron por prohibir durante un par de semanas el veto a las posiciones cortas, es decir, a esas apuestas que los inversores adictos al riesgo realizan con el objetivo de hundir la valoración de los títulos que consideran más vulnerables.

Todas estas acciones se han revelado inútiles. Los 8.141,9 puntos que presentaba el Ibex-35 al cierre de la jornada del pasado viernes representan un retroceso cercano al 50% respecto a los niveles máximos registrados en el otoño de 2007, cuando llegó a superar las 15.900 unidades. La trayectoria de este mes de agosto es de las más volátiles nunca registradas, y los expertos coinciden en atribuir la causa a la fortísima desconfianza de los operadores.

La historia de los 'agostos' está plagada de episodios económicos adversos. Es cierto que en bastantes ocasiones sus consecuencias no se reflejaron de inmediato con toda su crudeza en los mercados. Basta remitirse a la historia reciente para recordar que agosto de 2007 se saldó con una moderada caída del 2,18% en el Ibex-35. Sin embargo, el día 9 de aquel mes arrancó la crisis más virulenta que han conocido los países desarrollados en su historia reciente. Fue en esa fecha cuando BNP Paribas, uno de los principales bancos europeos, anunciaba la suspensión de pagos en tres de sus fondos de inversión como consecuencia de los problemas de liquidez provocados por el sector hipotecario estadounidense. Agosto de 2008 registró pérdidas moderadas. Eran las vísperas de la quiebra de Lehman Brothers, el episodio que dio dimensión internacional a la crisis financiera que todavía padecemos.

En pleno epicentro del verano los mercados habían reaccionado, en años anteriores, a la invasión de Kuwait (agosto de 1990), a la crisis monetaria europea previa a la constitución de la unión monetaria (agosto de 1995), a la devaluación del bath tailandés y su secuela de desplomes en los mercados asiáticos (agosto de 1997) y a la crisis rusa, que eclosionó a mediados de 1998. El estallido de la burbuja tecnológica se prolongó durante todo el año 2002. La economía nada tuvo que ver en su origen, pero la catástrofe del Katrina ocurrida en agosto de 2005 también tuvo un notable impacto en los mercados.

Panorama sombrío

Este año 2011 algunos expertos han hablado de una 'réplica' del derrumbe de 2008. Pero otros analistas amplían su visión negativa, y mencionan que los elementos de incertidumbre son incluso más complejos. En la zona euro sigue abierta la crisis de la deuda soberana, que cada vez se amplía a más países, mientras solo Alemania y los socios del norte quedan a salvo.

A la complejidad que exige la toma de decisiones en la región, y las dudas de los mandatarios se añaden las diferentes opciones aún abiertas para el rescate de los países en riesgo -entre ellas, la oposición radical que Alemania muestra a los eurobonos- y la sensible desaceleración del crecimiento de los 'motores' de la Unión Europea, reflejada en los datos de evolución del Producto Interior Bruto.

El desplome de los valores bancarios es fiel reflejo de la inquietud que los rumores pueden sembrar en los mercados. La pasada semana, bastó la noticia de que una entidad europea había pedido un pequeño préstamo en dólares, junto a la posibilidad de que la Reserva Federal insinuara dudas sobre la liquidez de las filiales del continente, para que los inversores reaccionaran en demasía y se precipitaran a vender los títulos de bancos. Resucitó el fantasma de la crisis del crédito, con las entidades volcadas en la posibilidad de depositar sus fondos a corto plazo en el Banco Central Europeo, por la extraordinaria desconfianza que les provoca la posibilidad de prestarse los recursos unos a otros.

Finalmente, las discrepancias entre partidos para elevar el techo de la deuda en Estados Unidos y las nuevas estimaciones de la OCDE que rebajan las tasas de crecimiento mundial, reforzadas por la visión de otras entidades privadas más o menos independientes, han sembrado las dudas entre los inversores tradicionales de los mercados de valores. ¿Pueden ver los países emergentes sensiblemente frenado su crecimiento si se produce una ralentización internacional? Bastantes indicadores locales avalan esta hipótesis.