A tres meses de las elecciones
Los dos partidos disimularán en campaña las dolorosas medidas que deberán aplicar
Actualizado: GuardarNos encontramos ya a noventa días de las elecciones del 20N, y esta próxima semana, concluida la brillante visita del papa, la actividad política emprenderá, con un primer pleno parlamentario, la velocidad de crucero que ya se mantendrá hasta la trascendental consulta. A finales de septiembre se celebrará la conferencia política del PSOE en la que Rubalcaba tendrá que redondear su programa y, paralelamente, Zapatero dictará el decreto de disolución de las cámaras y de convocatoria de elecciones. El PP, por su parte, aprovechará el tiempo que le resta para perfilar igualmente su oferta programática. Los dos grandes partidos, lanzados ya a una campaña electoral de facto, disimularán seguramente las medidas más dolorosas que inevitablemente habrá que aplicar en el arranque de la próxima legislatura para recuperar el camino del crecimiento desde bases realistas. El líder popular, Mariano Rajoy, parte como incuestionable favorito, con una cómoda diferencia con respecto al líder socialista, Rubalcaba, en todas las encuestas. De momento, el aspirante conservador basa su ventaja en el gran desgaste del gobierno saliente y de su presidente, Zapatero. Sin embargo, en el tiempo que resta hasta las elecciones, Rajoy tiene el deber de mostrar una oferta atractiva que personalice las adhesiones. Sería muy peligroso para su opción que, confiado en las predicciones de los sondeos, el PP creyera innecesario ilusionar a su clientela con unas expectativas estimulantes basadas en un programa atractivo, creíble y razonable. Rubalcaba, que sale a competir como víctima, irrumpe en la carrera con la tranquilidad que proporciona tenerlo todo perdido de antemano si no media un prodigio. Su papel consiste más en evitar al PSOE una catástrofe que en intentar mantenerlo en el poder. En cualquier caso, tratará de seducir a la clientela socialista desencantada mediante un retorno a las raíces ideológicas. La moral del país está baja por la dureza de la crisis y la falta de horizontes. Y ello debería mover a los dos líderes a plantear una campaña constructiva. Solo así, el próximo presidente del Gobierno podrá eludir la sensación de que se aúpa sobre una montaña de ruinas.