DOCTOR IURIS

Pep Mourinho XVI

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Dice un cachondo que el único de blanco que ha levantado una copa en Madrid ha sido el Papa Benedicto XVI, claro que no sabe la diferencia entre cáliz y copa, ni le interesa; es anticlerical, republicano, comunista y culé y, si pudiera, metería en una checa al entrenador del Real Madrid, José Mourinho. Sigue diciendo el cachondo que los cuatro jóvenes que el Papa ha confesado en el parque del Retiro son jugadores del Madrid y del Barça, arrepentidos de sus pecados, pero dispuestos a repetirlos. Así son el fútbol y los cachondos. También es mala suerte que su santidad haya decidido venir a las JMJ 2011 coincidiendo con la celebración (me río) del título de la Supercopa de España, con la mayor crisis económica desde 2008 (me sigo riendo) y con la increíble y efectiva (acabo de suicidarme) medida gubernamental de la bajada del tipo del IVA al 4% hasta diciembre.

Ahora nos indignamos (el término ha quedado «contaminado» per sécula seculorum) con los incidentes desatados al final del partido, tras el gol postrero de Leo Messi, ariete de un Barça hiperefectivo. Como si no hubiera pasado nunca antes. Estos equipos se odian deportivamente y cada vez más allá. El Real Madrid dominó ambos partidos y tuvo muchas más ocasiones pero el FC Barcelona anduvo muy acertado y se llevó el título. Lo cierto es que se nota el mal rollo hasta en los compañeros de selección, tras la «manita» realizada en su día por Piqué, la tragantada de Ramos a Puyol y la dura discusión entre Xavi y Casillas el pasado día. Estos dos equipos llevan cuatro años ganándose las ligas in extremis, con los dos mejores jugadores (y entrenadores) del mundo. Los barcelonistas consideran que su juego es el mejor que se ha practicado y los madridistas, que su equipo sufre las ayudas arbitrales al contrario.

Todo esto me recuerda los enfrentamientos NBA entre Los Angeles Lakers y los Boston Celtics en los años 80, cuando, a la sombra de Magic Johnson y Larry Bird se sucedían las peleas, golpes, codazos y tanganas motivados por la competitividad extrema que vislumbra al contrario como enemigo mortal, y que eran regulados por buenos árbitros y un comité de competición racional. En esos históricos partidos la violencia se respiraba y dio lugar a enfrentamientos maravillosos que atesoramos en las videotecas, así que, dentro de treinta años, si seguimos por aquí, podremos rememorar estos bellos Madrid-Barça, los insultos de Pep Guardiola al banquillo madridista («sois una banda de hijos de puta»), el «dedazo» de Mou a 'Pito' Vilanova, el escupitajo de Messi, la patada de Marcelo, el puñetazo de Villa a Özil y el «piquetón» de Shakira. Y diremos a nuestros nietos que tuvo que venir el Papa Benedicto XVI a traer la paz y la caridad, dado que el Gobierno no sabía qué hacer con un enfrentamiento deportivo que amenazaba el hundimiento del Ibex-35.