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Votar con paraguas abona la abstención
Las alternancias en el poder se han cimentado en una alta participación del electorado
MADRID. Actualizado: GuardarEl mal tiempo es una rémora para ir a votar. Esta es una circunstancia que todos los gobernantes tienen en cuenta a la hora de convocar elecciones. Si las condiciones climatológicas son normales, el 20 de noviembre tiene serias posibilidades de ser una jornada que no invite demasiado a salir de casa. La participación, sin embargo, no beneficia por obligación a ninguno de los dos grandes partidos. El PSOE ha ganado elecciones con abstención baja y también las ha perdido, y el PP lo mismo. Lo determinante son los deseos de cambio y así lo demuestran las alternancias en el poder que se han registrado en estos 34 años de democracia.
El triunfo socialista y el desalojo del poder de la Unión de Centro Democrático en 1982 se cimentó en una participación cercana al 80%; la victoria del PP de José María Aznar sobre el PSOE en 1996 contó una afluencia a las urnas superior al 77%; y la recuperación del poder por parte de los socialistas en 2004 también contó con una votación por encima del 75% del censo.
La incógnita en esta oportunidad radica en que nunca se han celebrado unas elecciones generales en noviembre, a las puertas del invierno. De las diez convocatorias desde la recuperación de la democracia, cinco tuvieron lugar en marzo, tres en junio y dos en octubre, meses en los que, en circunstancias normales, la climatología es más benigna que en el penúltimo mes del año.
Los expertos aceptan que una atmósfera adversa no es lo mejor para una votación masiva. Incluso en los análisis de los socialistas catalanes sobre su derrota en las autonómicas del año pasado se mencionó el error de haber escogido esa fecha porque el mal tiempo arredró a los suyos.
La clave para el grado de abstención no va a estar, sin embargo, en las isobaras, va a estar en el estado de ánimo de la gente. La capacidad de movilización que tenga Rubalcaba entre el electorado socialista será determinante porque es un principio aceptado que es el más abstencionista. Aunque hay hechos que rebaten esta convención, es el caso del triunfo de José María Aznar en 1996, al que contribuyeron de forma notable quienes no votaron tres años antes.
Lo que sí está claro es que si la participación es baja la alternancia es más difícil. Adolfo Suárez revalidó su segundo mandato con una afluencia del 68%; Felipe González fue reelegido en 1986 y 1989 con el 70 % y 69%; y Aznar se hizo con la mayoría absoluta en 2000 con el 68%.