El presidente del PP, Mariano Rajoy, vota en las elecciones locales y autonómicas. :: ERNESTO AGUDO
ESPAÑA

ELECCIONES A 90 DÍAS

Mariano Rajoy se mueve con la cautela del que se ve ganador el 20 de noviembre mientras que Rubalcaba actúa con la audacia del que no tiene nada que perder

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Mañana faltarán 90 días para las elecciones generales y se abrirá la precampaña. Mariano Rajoy regresó el jueves de sus vacaciones y Alfredo Pérez Rubalcaba no se las ha tomado. La primera toma de temperatura tendrá lugar el martes en el Congreso con el debate sobre el nuevo paquete de medidas económicas. Los dos candidatos, sin embargo, no medirán sus fuerzas porque el líder de la oposición tendrá enfrente a un presidente del Gobierno de salida y no al aspirante socialista, que observará el duelo desde la barrera de su escaño en tercera fila.

La precampaña electoral no será larga, a diferencia de las convocatorias cuando se agota la legislatura, en las que el aroma de comicios se expande con mucha antelación y la sucesión de mítines, el bombardeo propagandístico y el cruce de propuestas se prolonga durante meses. Pero será intensa y distinta, de eso no cabe duda. En el PSOE ha renacido una suerte de optimismo que es difícil discernir si obedece a una sensación de alivio porque se acaba la difícil etapa de Zapatero o si responde a un crecimiento de la confianza en sus posibilidades en las urnas. El caso es que el dinamismo mostrado por Rubalcaba en agosto, con apariciones públicas casi a diario mientras Rajoy descansaba en su refugio gallego, ha galvanizado los ánimos socialistas.

Pero los dirigentes del PSOE no se engañan y saben que tienen muy difícil revertir la tendencia de las encuestas que apuntan tozudas a una victoria inapelable del PP. Con todo, los socialistas creen que hay partido, complicado, sí, pero que no está dicha la última palabra porque están convencidos de que su candidato es mejor que el del PP, una impresión que también empiezan a reflejar los sondeos. En el partido opositor la fe en la victoria no ha mermado un ápice, aunque también se acepta que los resultados de los socialistas con Rubalcaba al frente van a ser mejores que con Zapatero como candidato.

Con estos estados de ánimo las estrategias de unos y otros, aunque apenas se empiezan a perfilar, son la cara y la cruz. El socialista, quizás con la audacia del que no tiene nada que perder, ha sido pródigo en propuestas. Entre ellas, una reforma electoral para implantar el modelo alemán que en teoría haría ganar pluralismo al Parlamento; fórmulas para mejorar la participación ciudadana en la política, el llamado escaño 351, para que un particular pueda defender en sede legislativa una iniciativa popular; medidas para mejorar la calidad de la educación con la instauración de un MIR para el profesorado.

Todo para hacer ver que Rubalcaba es otra cosa, que no es Zapatero pese a que hayan compartido Consejo de Ministros durante cinco años largos y su sintonía durante este tiempo haya sido total. Sin renegar uno del otro pero poniendo distancia; ni el candidato del PSOE opina sobre las medidas que adopta el Gobierno ni desde el Ejecutivo se valoran las propuestas del aspirante. Un ejemplo, mientras el portavoz gubernamental defendió la actuación policial en las manifestaciones laicas durante la visita de Benedicto XVI a Madrid, desde el comité electoral socialista se exigió una investigación sobre la presunta brutalidad de los agentes.

Rajoy, por su parte, ha vuelto a hacer gala de la cautela que ha caracterizado su gestión de la oposición en esta legislatura. Sin desvelar sus planes y con la obsesión de cometer el menor número de errores. Él y sus colaboradores apenas han esbozado qué pasos van a dar si es que llegan a gobernar. Han dejado claro, eso sí, dos cosas, que habrá recortes del gasto público en todas las áreas salvo en sanidad, educación y servicios sociales, y que el adelgazamiento de las administraciones públicas será una de las primeras decisiones que se tomarán en la Moncloa. Pero todo en general, sin detalles.

Una agenda ajetreada

Los dos candidatos tienen ahora ante sí una ajetreada agenda. El líder de la oposición, además del cara a cara con Zapatero del martes, volverá a reunir a su núcleo duro el 29 de agosto en Toledo; el 3 de septiembre participará en el primer acto de precampaña organizado por el PP gallego en la localidad pontevedresa de Soutomaior; el 9 y 10 de septiembre se desplazará a Canarias para presidir un foro sobre política social y empleo; una semana después estará en Madrid en otro cónclave sobre pequeña y mediana empresa; el 23 y 24 de septiembre clausurará otra reunión de las mismas características sobre sector público en Zaragoza; y cerrará el mes con un encuentro sectorial sobre educación de nuevo en Madrid. El broche lo pondrá la convención nacional del PP en Málaga entre el 7 y 9 de octubre para aprobar el programa electoral.

Rubalcaba tiene menos redondeado su calendario. Será la estrella de la conferencia política del PSOE, entre el 30 de septiembre y 2 de octubre, en la que se perfilará la oferta electoral de su partido y de la que se espera que salgan propuestas novedosas. Hasta entonces y después continuará con sus encuentros con grupos de militantes, simpatizantes y colectivos sociales por toda la geografía del país.

UGT ha invitado al candidato socialista a que acuda a la fiesta minera de Rodiezmo el primer fin de semana de septiembre, una cita en la que Zapatero, desde que fue elegido secretario general del partido hace 11 años, abría el curso político, salvo en la última edición. Desde el comité de campaña de Rubalcaba apuntan que es improbable que acuda al festejo astur-leonés por la misma estrategia de diferenciarse y dar una imagen distinta del todavía líder del PSOE.

El líder opositor y el candidato socialista van a protagonizar además una carrera electoral distinta. Fuentes próximas a Rajoy informaron que su precampaña y campaña serán similares a las de las recientes municipales y autonómicas, con el clásico maratón de mítines y paseos por todas las comunidades autónomas y principales ciudades. «Para qué cambiar lo que funciona», comentó hace poco un colaborador del presidente del PP.

Un camino que Rubalcaba no piensa seguir, sin renunciar a los tradicionales mítines, que serán menos y en puntos muy elegidos, el candidato socialista es partidario de los encuentros reducidos que faciliten el contacto directo. «Los mítines son muy caros, solo acuden los que ya están convencidos y no sirven para conseguir nuevos votantes», se argumenta desde el comité electoral del PSOE.

Está por ver qué pasa con los debates. Ambos aspirantes han mostrado su disposición a medirse, pero los socialistas desconfían de que Rajoy, al final, los acepte. «Tiene mucho que perder y muy poco que ganar», comentan dirigentes socialistas. Una valoración que los populares también hacen en privado, aunque mantienen en público su disposición a que los duelos se mantengan.

Pero no todo será estrategia electoral. Los dos candidatos tienen piedras judiciales en sus zapatos. Ya sea en la precampaña o en la campaña, Rajoy tendrá que afrontar que el expresidente de la Generalitat valenciana, Francisco Camps, al que apadrinó hasta el último momento, se siente en el banquillo acusado de cohecho por aceptar unos trajes de la trama 'Gürtel'. Rubalcaba, del mismo modo, aguardará con expectación si la Sala de lo Penal de la Audiencia confirma el procesamiento por colaboración con ETA al exdirector general de la Policía Víctor García Hidalgo por el chivatazo del bar Faisán. El candidato del PP lo tiene peor porque siempre avaló la conducta de Camps mientras que Rubalcaba destituyó a García Hidalgo poco después de que se conociera la delación. Pero no se puede olvidar que la corrupción es un delito con menor reprobación social que el auxilio a los terroristas. En todo caso será un mal trago para los dos aspirantes a la Moncloa.