La huella de un encuentro
«Mi madre me tiene dicho que Dios existe, y ella jamás me engañó», dijo el agnóstico Goethe a sus alumnos
Actualizado: GuardarLaura es una amiga a la que siempre que veo le miro la espalda a ver dónde esconde las alas. Ella se ríe y ríe, y me pide que no le tome el pelo. Yo vuelvo a mirarla y dejo de hacerlo hasta que mi insistencia puede ser mal interpretada. Laura me llevó a comer con el compositor y director de orquesta Cristóbal Halffter, uno de los nuestros, uno de los más grandes. Comimos en Ciriaco, un meritorio restaurante de la calle Mayor de Madrid. Y allí, en ese Madrid castizo que siempre está anunciando una modernidad que no llega, viví un encuentro que no olvido. No me acuerdo qué comimos. Siempre te dan bien de comer y beber en Ciriaco. Recuerdo lo que hablé, y ese es el primer y más certero mensaje de que aquello estuvo bien. Yo, qué atrevimiento, conté a Cristóbal mis gustos musicales, mis favoritos clásicos con Mahler y Mozart a la cabeza, y los más cercanos, Dylan, Beatles, Springsteen, a todos los conocía, daba igual que fuéramos de La Flauta Mágica al Sargent Peppers; de Louis ARmstrong a Mendelsson. Hubo un momento en que pensé: ¿pero cómo puedo estar yo aquí, frente a Cristóbal, cara a cara?
En la sobremesa -¿han reparado qué palabra más hermosa?-, la música nos llevó a lo más sublime, a ese punto en el que la creación nos hace más humanos y buscamos respuestas, o al menos nos hacemos preguntas. No hay respuestas, me dijo, hay preguntas, y cuántas más tengamos más cerca estaremos de encontrar una respuesta que nos volverá a decir que solo hay preguntas. Así lo anoté en mi cuaderno. Y las preguntas nos llevaron a Dios. Lo que él pensaba, lo que yo creía: lo que él buscaba, lo que yo había encontrado; lo que él esperaba, lo que yo había deseado. Entonces le dije: Cristóbal, ¿y si no existiera? Y me contó esta historia: el escritor Goethe fue un reconocido agnóstico, pero un día sorprendió a sus discípulos hablándoles de la importancia de ser creyente y tener fe. Uno de ellos le dijo: «Maestro, si no cree en Dios, ¿por qué nos engaña?». Entonces respondió: «Mi madre me tiene dicho que Dios existe, y ella jamás me engañó».
Lo siento porque mi simpleza es claramente provocadora, pero la verdad de mi madre es en sí misma una respuesta. La respuesta. Mi madre sigue sin engañarme, y me tiene dicho lo mismo que a Goethe le dijo la suya. Hoy viene a España Benedicto XVI. Viene a hablar del mismo Dios que Cristóbal y yo evocamos. Soy solo un despistado, un hombre cargado de dudas molestas y dolorosas. Pero hoy viene a España alguien que nos recordará esto que Mateo escribió: «Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá». El mismo que dijera algo tan liberador como esto: «¡No tengáis miedo!». Creo que es eso lo que Benedicto XVI quiere recordarnos. De modo que pase, Santidad, pase.