Supercopa y primer golpe psicológico
El Madrid intentará repetir el partido de ida, en el que fue superior, y evitar que el Barcelona le arrebate el primer título del año La vuelta decidirá un trofeo menor revalorizado por los dos grandes
MADRID. Actualizado: GuardarLa resolución de la Supercopa en el Camp Nou lleva consigo la conquista de un título menor, pero revalorizado por los contendientes, y de trascendencia con vistas al futuro, porque significará el primer golpe psicológico en el reinicio de la guerra entre Barcelona y Real Madrid. El segundo asalto, que arrancará esta noche (23.00 h. TVE-1) pero concluirá ya en la madrugada del jueves, decidirá el primer trofeo de la temporada y reforzará la moral y autoestima del campeón. Volverá a medir el estado físico de los dos grandes, con el Madrid más rodado que el Barça.
Después de haber salido muy vivo del Bernabéu (2-2), pese a verse superado por un aspirante que por primera vez en la 'era Guardiola' le dominó y le dejó sin balón, el Barcelona, aún con dudas y escaso de preparación, tiene más cerca la Supercopa. El Madrid dio en la ida un importante paso futbolístico frente a un Barça irreconocible, pero ni aun así pudieron ganar los blancos al eterno rival, aunque lo mereciesen. En un Camp Nou que es terreno prohibido para el Madrid desde hace cuatro años, al equipo de Mourinho solo le vale ganar, o repetir el resultado de la ida para forzar una prórroga. Un reto difícil, en un escenario que está preparado para la fiesta, con importantes efectivos azulgrana recuperados y con Cesc listo para su debut.
Una sorpresa del Madrid en la vuelta tendría un enorme alcance, y no solo para acercarse un poco más a la hegemonía del Barcelona, sino para salir relanzado hacia retos mayores al propinar un varapalo inesperado al favorito. Sin embargo, el empate del Bernabéu, labrado con calidad y pegada por parte de los azulgrana, y también gracias a Valdés, concede otro plus de confianza al defensor del título. La ambición, el juego ofensivo y el sacrificio del Madrid en el Bernabéu tuvieron escaso botín, y para el Camp Nou la esperanza es, de nuevo, la presión que pueda desactivar el fútbol culé en el medio campo, pero en esta ocasión también el contraataque.
Silencio
Tres días después de que la batalla entre ambos colosos viviese un nuevo capítulo, saldado con un regusto amargo para los madridistas, y con indignación para Mourinho -ha decidido autoimponerse otra vez la ley del silencio-, el clásico del Camp Nou también promete emociones fuertes, aunque la expectación se haya diluido. Quizás ni se llene el Camp Nou, a mediados de agosto y a una hora tan intempestiva, obligada por los anteriores partidos de previa de la 'Champions'. Sin embargo, la afición blaugrana debería convertirse en otro arma importante para intentar dar la puntilla a este Real Madrid que piensa en otros títulos más trascendentales, y obligados, pero ve en esta Supercopa la oportunidad de abrir una herida enemigo.
En cualquier caso, el que debería mandar sería el fútbol, aunque el choque esté condicionado por ese 2-2 que despeja el camino del Barcelona hacia la que sería su décima Supercopa. Sería la primera vez que los azulgrana se adjudicasen el título frente a los blancos, porque las cuatro anteriores ocasiones en las que se han enfrentado como campeones de Liga y de Copa el vencedor siempre ha sido el Madrid. Para no romper la tradición, los blancos se agarran a su mejor momento de forma, a que parecen haber perdido el miedo al 'invencible', y a la esperanza de que les acompañe una efectividad mayor que en la ida.
Para el Barça, sin embargo, una vez recuperados Xavi y Sergio Busquets para acompañar a Iniesta en la línea de tres, la fe está puesta en el fútbol de toque y en su alianza con la pelota. Otro aliciente es el probable estreno de Cesc Fàbregas, de quien se espera que disponga de unos minutos en la segunda parte, sobre todo si la Supercopa está sentenciada a favor de los locales. Sería el detalle de Guardiola para que Fàbregas participase en el primer festejo azulgrana de la nueva temporada, aunque queden 90 minutos y el Madrid sueñe con arruinar la celebración culé ante su afición.