Gente

Messi mima a su mamá

El delantero se tatúa una imagen de su madre con cara de estar retando a Mourinho. Beckham también es un hombre ilustrado, pero solo a nivel epidérmico

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Veo el omoplato de Messi y pienso horrorizada: ¿Pero qué le han hecho a este hombre? ¿Un tatuaje de él con peluca? Más tarde leo (Messi) que no. Que lo que se ha tatuado el insigne delantero es a su madre. Pues, con todos mis respetos, podría haber utilizado como modelo una foto en la que la señora Celia Cuccitini saliera un poco más favorecida. Hoy que la gente cuida su imagen hasta el infinito y el más allá (se muere una anciana de 95 y en la foto de la esquela no aparenta más de 35), Messi debería haber hecho lo mismo. Llevarle al tatuador un bello y jovial retrato de su progenitora y no uno del fotomatón. ¿Qué pasa, que no tenía otra foto a mano y sacó la que lleva en la cartera? Pues debe de estar ajadísima y el artista acabó dibujando 'de oído' porque cuanto más observo ese tatuaje más veo a Messi y menos a su madre. Si Freud levantara la cabeza, le diría a este pequeño Edipo argentino que para llevar a la madre a la espalda de por vida no hay ninguna necesidad de tatuársela. La madre, por definición, es omnipresente. Y omnipotente también. Pero esto solo mientras nos dura la infancia. Messi parece no haber salido del todo de ella. Su mamá le mima y él mima a su mamá. ¿Pero por qué, siendo un delantero, se la ha colocado en la retaguardia? No sé, pero ahí está Cuccitini con los ojos bien abiertos y una retadora sonrisilla como de estar rumiando: «Mourinho, ni te acerques a mi niño...» Como me decía ayer un amigo al observar el inquietante tatuaje: «Más vale que la futura señora de Messi se lleve bien con su suegra. De lo contrario, va a pasar más de una noche de insomnio». ¿Se imaginan a esa chica que al girarse en la cama se topa, zas, con su implacable mamá política? Ya veo a Messi durmiendo siempre en pijama, por imperativo conyugal.

Si es que no hay necesidad de hacerse un tatuaje tan obvio. Más aún cuando los tatuajes tienden a moverse, cobran vida, generalmente para mal (el de la madre de Messi puede fácilmente bailar el hula-hula cada vez que su hijito celebre un gol) y encima tienen mala vejez. Los tatuajes deberían ser siempre sutiles e indescifrables, como un viejo proverbio árabe, un ideograma chino, de esos que ni siquiera el que lo lleva sabe lo que significa, o un misterioso número como el que Penélope Cruz luce junto al tobillo derecho (y no, no es el PIN de su tarjeta de crédito). Pero hay algo en los futbolistas que los hace primarios y literales. Tal vez lo dé el campo. Beckham lleva los nombres de sus cuatro hijos no solo tatuados sino escritos en sus botas. Son nombres tan rebuscados que es lógico que se le olviden (Herbert, digo Horcher, digo... Ah, sí, déjame leer... ¡Harper, cómete el pollo!) Beckham, más todavía que Messi, es un hombre ilustradísimo. Pero me temo que solo a un nivel superficial, puramente epidérmico.