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Castigados sin vacaciones
David Cameron por los disturbios en Gran Bretaña y el resto de sus colegas por el tsunami financiero, los líderes del mundo apenas han podido disfrutar del verano
Actualizado: GuardarLas vacaciones están siendo de pánico. Y no por el tiempo, sino por los caprichos del mercado. Las olas de la devastadora tormenta financiera inundan las residencias veraniegas de los principales líderes mundiales, que se mantienen al frente de la nave -o al menos tratan de que así lo parezca- para dar ejemplo y confianza a sus conciudadanos. Nadie se libra.
El panorama en Gran Bretaña se ha agravado con los disturbios que, al alimón, intentan apaciguar David Cameron y Nick Clegg. Las revueltas han obligado al primer ministro a recortar sus vacaciones en la Toscana italiana, donde dejó una huella indeleble, al menos para la camarera de un bar que no quiso servirle unos cafés en la terraza porque andaba demasiado ocupada y tuvo que llevárselos él mismo. Tal desaire -ella desconocía su identidad- causó un gran revuelo en Londres y el Ayuntamiento de Montevarchi, donde se ubica la lujosa villa que el matrimonio Cameron pagó de su bolsillo, pidió disculpas al político, le invitó a café, le elogió en un comunicado público y le otorgó la medalla de bronce con el escudo medieval de la ciudad.
Los sucesos violentos empezó a lidiarlos el viceprimer ministro, Nick Clegg, casado con la vallisoletana Miriam González, que no sabe aún si podrá viajar este agosto a la villa de Olmedo, pueblo donde nació su esposa y donde vive su suegra, que todos los años le halaga con sus «deliciosas» empanadillas.
Barack Obama alterna la Casa Blanca con escapadas de fin de semana a la residencia de Camp David, a las afueras de Washington DC, un complejo privado de medio kilómetro cuadrado construido en 1942, donde se relajan las familias presidenciales estadounidenses e invitan a otros jefes de estado para charlar de sus cosas. Reuniones al más alto nivel, inauguradas por Winston Churchill. Allí se ha planificado el desembarco de Normandía, la invasión de Bahía Cochinos, se debatió sobre la guerra de Vietnam, las relaciones con Rusia en plena Guerra Fría y se firmó el histórico acuerdo por el que Egipto e Israel fumaron la pipa de la paz territorial en 1978 ante Jimmy Carter.
A Obama, a quien el día 4 de este mes le visitó el medio siglo, efeméride que aprovechó en Chicago para recaudar fondos ante las elecciones presidenciales de 2012, se le acumulan los retos. Después de capear 'in extremis' la bancarrota del país, las agencias de 'rating' han rebajado la calificación de la deuda de EE UU. Para él, la economía estadounidense siempre será la más plus, la triple A, solo faltaría. O eso dice.
Pero lo que en Norteamérica es una ola, en España es un tsunami. Lo de José Luis Rodríguez Zapatero es un sinvivir, pero a distancia. De Doñana a La Moncloa y de ahí otra vez al palacio de las Marismillas, donde permanecerá hasta la llegada del Papa. Allí guarda a buen recaudo a sus dos hijas, que salen del parque natural agazapadas en todoterrenos para evitar que los paparazzi se ceben con ellas más que con las famosas de turno. Para eso tienen a su disposición un 'ejército' de guardias civiles, policías y escoltas. Miren la diferencia. Obama no esconde a sus chicas. Ni a Michelle, que bien fantástica lucía en julio ese vestido de Gap de 29,90 dólares camino de la 'segunda residencia', ni a sus pequeñas, que saben posar con tablas ante cualquier flash que se ponga por delante. Cuestión de principios, costumbres y mentalidades.
A Zapatero se le han cruzado las minivacaciones, trastocadas ya en amarga despedida de su último verano como presidente del Gobierno. Su teléfono, como el de Silvio Berlusconi, echa chispas para que España esquive las patrullas de rescate del todopoderoso océano del FMI. Ambos comparten descansos con sus carísimas primas, esas de alto riesgo que, debido al déficit público, se disparan a la mínima y hacen tambalear los cimientos de la UE. Al menos cuentan con la ayuda del Tío Sam europeo, el Banco Central Europeo y su presidente, Jean-Claude Trichet, que les compra bonos para mitigar la deuda, mal que le pese a Alemania.
Silvio Berlusconi ni siquiera se ha tomado unos días de vacaciones y ha alterado las de todos los diputados italianos para aprobar planes urgentes que les ayuden a salir del bache. 'Il Cavalieri' aún no ha podido relajarse en Villa Certosa, la residencia de Cerdeña donde hace un año pasó su primer verano como divorciado en compañía de sus hijos y nietos, y donde toda la familia ha descansado desde hace más de veinte años. Su exesposa prefirió Formentera.
Como las turbulencias financieras subsisten y las bolsas no levantan cabeza, a los mandatarios se les erizan las neuronas, conversan, se piropean por videoconferencia, se reprenden y giran como derviches en torno al astro ardiente de la crisis. Ya dijo el exministro Solchaga en los años ochenta que la economía española estaba recalentada. Parece que ahora también lo está la crisis planetaria, hasta el extremo de que algunos expertos ya hablan de una nueva recesión, sin haber salido, siquiera por asomo, del socavón actual. Así que a currar toca. Hasta la canciller alemana ha abandonado su querido Tirol donde pasaba unos días de asueto. Seguro que Angela Merkel no ha tenido tiempo de hincar el diente a otro 'best-seller' histórico como hizo el año pasado, cuando se bebió a sorbitos las 900 páginas de las memorias de Stalin.
Nicolas Sarkozy no es una excepción. En julio había disfrutado con su esposa, Carla Bruni, de las brisas de la Costa Azul, a donde había vuelto estos días, pero ayer regresó de la casa de sus suegros para atender en el Elíseo, junto a lo miembros de su Gabinete, los asuntos económicos. Carla continúa descansando, dado su avanzado estado de gestación, en la casa en la que tanto disfrutó de niña. La villa, alejada del bullicio en las proximidades de la ciudad costera de Le Lavandou, en el Cabo Negro, fue adquirida por los Bruni-Tedeschi en 1970, al huir de Italia por las amenazas de las Brigadas Rojas.
En España, a los vaivenes económicos, que no han dejado dormir a la vicepresidenta primera y ministra de Economía, Elena Salgado -hasta ocho veces al día habla con Zapatero estos días, a parte de estar en permanente contacto telefónico con las autoridades económicas europeas- se suma el adelanto electoral. La decisión de anticipar las elecciones generales al 20-N ha movilizado a todos los dirigentes políticos, especialmente a Alfredo Pérez Rubalcaba. ¿Vacaciones? Ni soñarlas. Eso predicen los sondeos con el desfase de más de una decena de puntos entre PP y PSOE. Más suerte tendrá Mariano Rajoy, al que los españoles le favorecen, según las encuestas, no tanto por su imagen sino por ser el presidente de los populares. Con ese superávit puede descansar unos días en su pueblo pontevedrés de Sanxenxo, donde su mujer y sus dos hijos pasan la mayor parte del verano. Tal vez saque unas horas para rematar el libro 'En confianza', una especie de memorias personales en las que también vierte su visión política y que prevé publicar el 6 de septiembre.