Pablo Hermoso como siempre y Leonardo, como nunca
Tres encastados toros de Murube destacan en la corrida de rejones que cierra el ciclo de la Virgen Blanca en Vitoria
VITORIA. Actualizado: GuardarLa corrida deparó un toro bueno por barba. Excelente el primero de la tarde, y de Salgueiro. No hubo que trabajar, sino citarlo y esperarlo. En los galopes de costado se vio la versión más brillante de Salgueiro; y en las piruetas, de adorno fuera ya de suerte. Sin violentar la velocidad del toro. Pablo impuso al buen quinto la velocidad y los terrenos que él quiso y dispuso, y cuando dispuso y quiso. Esa fue la diferencia.
Para quien siga la carrera de los caballos de Pablo, que son y han sido tantos, sería novedad ver emplearse en banderillas al alazán Dalí, de siempre caballo de salida. En el tercio de castigo Pablo estrenó caballo nuevo: un Garibaldi tordo vinoso, que tiene mucho corazón. De los seis caballos que sacó Salgueiro el que más llegó al toro, y a la gente, fue un lusitano Zamorino, de gran porte pero muy ligero, voluptuoso, dulce bocado. Salgueiro tardó en matar al primero: siete ataques con la hoja de peral -la espada-, un aviso, la leyenda fatídica de los toreros portugueses. Pablo, finísimo para medir los tiempos de las dos faenas, remató en el momento preciso las dos, y las dos se llevaron premio.
Leonardo, hijo de rejoneador, pertenece a esa generación última que ha bebido en las fuentes de Pablo Hermoso. Pablo lleva mandando en el toreo casi quince años, y más de la mitad de ellos en solitario. En España y en América y, de otra manera, en Portugal también. De modo que la huella es reconocible incluso en un torero de dinastía y tan ortodoxo como Leonardo, que echó los dientes montado en un caballo y estuvo a punto de perderlos todos en otro cuando ya su carrera profesional estaba encarrilada. Cuando empezaba a ser, después de Pablo y del que riñe con Pablo -el gran Ventura-, ese tercer hombre cuya entrada en escena se espera como una tormenta.En este fin de fiesta de Vitoria y en la faena del último toro de la feria, un cinqueño hondísimo de más de 600 kilos, apareció un Leonardo espléndido.