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«Fuimos a Venecia y volvimos casados»
Tras el «sí, quiero» salieron del Palacio Cavalli en góndola por el Gran Canal. Como 'celebrities'
Actualizado: Guardar«La iglesia y el bodorrio estaban descartados». Los donostiarras Ana Baragaña y Juan Moro querían casarse a su aire. «Le dije a Juan: '¿Y si nos vamos de viaje y volvemos casados?'. Y me contestó: '¿Y si lo hacemos en Venecia?». Alguien le comentó a Ana que una amiga había celebrado «una boda divina» en el Palacio Cavalli, que es el Ayuntamiento veneciano. «Y me informó sobre los trámites para hacerlo». Dicho y hecho: llegaron a Venecia el día que se casaba allí la actriz Salma Hayek, y ellos lo hicieron dos días después, el 29 de abril de 2009.
Entraron al Palacio Cavalli de manera accidentada. «Se me rompió la tira de la sandalia. Encontramos un zapatero que parecía Gepetto, el padre de Pinocho, pero no nos la arregló porque dijo que, para hacer bien su trabajo, necesitaba una hora». Les casó la alcaldesa de Venecia. «Se parecía mogollón a Cristina Almeida. Y, como no teníamos testigos, lo fueron sus hijos». No les dejó sacar fotos durante el acto. «Pero luego nos hizo repetir la ceremonia fotograma a fotograma, mientras ella nos fotografiaba con nuestra cámara. ¡Alucinante! Decía: 'Venga, los anillos. Ahora, la firma'». Y volvieron a casarse para gloria de la veneciana. «Fue una ceremonia currada. Nos regalaron un detalle de cristal de Murano y se encargaron de mandar toda la documentación a Madrid».
Salieron de allí en góndola, por el Gran Canal. «Como íbamos algo más vestidos, los turistas nos sacaban fotos creyendo que éramos 'celebrities'». Callejearon solos por Venecia. «Es un lugar maravilloso para perderte con tu pareja». A él, le encandiló el silencio que había; a ella, el museo de Peggy Guggenheim. Pero había que dar la noticia en casa. «Fuimos a Venecia y volvimos casados, así que nos inventamos una trola tremenda. Dijimos que habíamos ido a un viaje de Marco Polo y durante la escala en Venecia nos casamos, aprovechando el hueco dejado por alguien que se había echado atrás. ¡Imagínate!». La madre de Juan se lo tomó muy bien, porque, al parecer, ya tenía el pálpito. «La mía en cambio no dijo nada, pero la procesión iba por dentro, su silencio la delataba».
Paradojas de la vida, lo del viaje de Marco Polo fue cierto: fueron de luna de miel a China. «Viajamos a Pekín. Vimos Xiam, hicimos un crucero por el Yangtsé y llegamos hasta el pueblo de Fengdu, donde según las leyendas está el infierno». En Shanghai se lanzaron a la furia de las compras. «China nos fascinó porque mezcla la parte ancestral, que es muy cuidada en arte, con la supermoderna». Les gustó el país. «Aunque siempre había un chino que iba como el coche escoba para controlarte». Y repetirían su fuga veneciana.