Las vacaciones del presidente
Los pliegues de las ojeras de Zapatero dan buena cuenta de las tensiones de los mercados
Actualizado: GuardarEn las guerras la primera víctima es siempre la verdad, y en las crisis económicas la primera víctima es el descanso. Para darnos cuenta de las tensiones de los mercados podemos analizar los pliegues de las ojeras del presidente del Gobierno, a través de ellos apreciamos la gravedad de lo que ocurre igual que analizando las vueltas que tiene el tronco de un árbol podemos concluir su edad exacta.
Decir que no le ha acompañado la suerte a Zapatero en el final de su mandato es ser muy benévolo. Al presidente le precede un auténtico cenizo que amenaza con estropear lo que nos queda hasta el 20-N. Zapatero decidió iniciar sus vacaciones en Doñana justo en la víspera del mayor ataque que ha sufrido la deuda española (hasta el momento); y luego volvió, y luego regresó a las arenas del parque, y se hizo fotos con su mini-gabinete de crisis en el que Blanco hace funciones de Rappel. Con este sinvivir es fácil imaginarlo durmiendo sobre la cama de su residencia en el Coto con los calcetines puestos por si suena el móvil en cualquier momento. Lo triste para Zapatero es saber que tampoco su presencia en la Moncloa genera confianza ni en los mercados, ni en los votantes socialistas que lo tienen por ex de todo.
Si al presidente le hacen un análisis de sangre aparecería 'malasuertina' en índices peligrosos, acompañada de glóbulos rojos pinchados con la aguja de estropear ilusiones. Cualquier médico le recomendaría alejarse lo antes posible del epicentro de la tensión pero todavía le quedan tres meses y medio de agonía interminable. Con este nivel de agotamiento, en caso de caerle un piano de cola en el pie, ni se daría cuenta del incidente.
El último en echarle 'una mano' es Bono que apuesta por un gobierno de coalición con el PP, con los rivales ideológicos con los que Zapatero no quería llegar a ningún tipo de acuerdo por principios.
Lo de menos es que le piquen los mosquitos, que le roben el Ipad en la piscina, que se roce con una medusa en la orilla, que le llame Elena Salgado a las cuatro de la mañana diciendo que en oriente los mercados se desploman y que el efecto tsunami se nos viene encima. Lo de menos es darse cuenta de que sus esfuerzos por detener aquello que en su día fue incapaz de ver, hoy nadie se lo agradece. Los rivales por razones obvias, los suyos porque cada uno se busca el asiento correspondiente en las barcas antes de que el 'Titanic' deje de ser un encantador barco escorado en el que suena música de violines mientras poco a poco sube el agua. Aquí cada uno se ha buscado la salida por donde ha podido, Rubalcaba a la cabeza.
Este presidente está apagado o fuera de cobertura, y tiene el buzón de quejas lleno; rogamos marquen pasados unos minutos.