MARILYN MONROE
Actualizado: GuardarPude preguntarle a Arthur Miller por la leyenda de ese mito fetichista que fue y es Marilyn Monroe. Pero el dramaturgo estaba sentado en la oficina de la Agencia Mágnum en Nueva York, calle 25 Este, acompañado de su mujer Inge Morath, con lo cual ni procedía el tópico recurrente de una pregunta estúpida sobre sus años felices o infelices con el mito, ni tampoco una alusión descortés que hubiera molestado a su esposa. Pero la oportunidad perdida acabó convocando al menos una cita imposible de curiosa nostalgia, en pos de los rastros dejados por una relación tan intensa como frustrada. Uno de ellos, quizás el principal, es el dejado en el apartamento de la planta 13 del edificio neoclásico en el número 444 de la calle 57 Este, muy cerca de Sutton Place, donde la apariencia de unos jóvenes recién casados escondía la fascinante contraposición entre un escritor de indudables preocupaciones sociales y una actriz que sorprendentemente quería ser entonces ama de casa. Nadie en el edificio recuerda detalle alguno de los buenos y malos momentos que vivió allí la pareja. Fue a finales de 1956. Las biografías dicen que él escribía todo el día y ella distribuía su jornada entre el terapeuta y unas clases privadas de interpretación en casa de Lee Strasberg. Del resto se saben varios detalles y el desenlace, es decir, la degradación de las relaciones y el divorcio final. Pero ya no existen vestigios en el barrio de las entradas, las salidas o las posibles pruebas de la infidelidad de Marilyn Monroe con Yves Montand. Tan solo se dice que algunos años después, en 1962, pasó en este piso pintado de blanco inmaculado la noche en la que le cantó el cumpleaños al presid ente Kennedy en el Madison Square Garden. ¿La pasó sola? ¿Acompañada? Una pena el no habérselo preguntado a Arthur Miller.