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Los funcionarios no tenían información que alertara de un ataque mortal

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Jacobo y Lanzin compartían horas de patio. Ambos habían demostrado una conducta muy agresiva en sus años de presidio y estaban incluidos en un régimen cerrado (calificado como 91.3, según el Reglamento Penitenciario) reservado para los presos más peligrosos. Además de estar confinados en el módulo 15 de Puerto III, denominado de aislamiento, su día a día estaba sometido a un control más estricto. Entre otras diferencia con los presos comunes, los FIES (ficheros internos de especial seguimiento cuya nomenclatura ha sido desterrada oficialmente) están recluidos en celdas individuales y tienen limitadas las horas de patio. Solo bajan en pareja o en número inferior a cinco y no se mezclan con el resto de internos.

Al estar tan controlados, la labor de captación de información sobre enemistades, venganzas y otras cuentas pendiente entre estos reclusos es esencial para detectar situaciones de riesgo. Fuentes consultadas por este periódico confirmaron ayer que no existía ningún dato que revelara que Jacobo, que había llegado al centro en octubre de 2010 por delitos violentos como agresiones, tuviera algún problema con su asesino; de ahí que les dejaran bajar juntos.

Y al igual que ocurriera hace dos años en Fontcalent el origen de la pelea, que no está del todo clara, fue una nimiedad ya que se encontraban los dos solos en el patio. «Un cigarro, un mal gesto o un insulto puede degenerar en una tragedia cuando se trata de este tipo de presos», decía ayer una fuente del centro. Para Lanzin B. E. con mentar a su madre es suficiente.