CARTAS A LA DIRECTORA

Oración, palabra clave

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Las jornadas mundiales de la juventud en Madrid (JMJ) están a la vuelta de la esquina, y a pesar de su importancia y de que es el Papa quien va a venir a vernos a España, hay algunas personas que no se han enterado o no son conscientes de ello. Y quedan pocos días, y hay que prepararse. Esta visita del Papa no es algo más en la vida social española, ni un espectáculo de masas. Es una convocatoria informal, festiva, feliz, para estar con muchos de nosotros y advertirnos de lo que va bien y de lo que va mal en nuestras vidas y en el mundo.

Se me ocurre que la mejor manera de estar esperando despiertos y con las lámparas encendidas - y con aceite de reserva para que no se nos apaguen- es seguir una sugerencia reiterada de Benedicto XVI: la oración. No es algo nuevo, sino que procede del mismo Jesucristo, y fue él mismo quien nos enseñó a rezar. Somos hijos de Dios, y lo debemos tratar como a un Padre querido, sin miedo, aunque no seamos dignos, aunque no hayamos hecho muchas cosas bien.

Pues esa oración que nos pide el Papa tiene una doble dirección: de ida y de vuelta de Dios a nosotros y de nosotros a Dios: por una parte, tenemos que prepararnos desde este momento para recibir con buenas disposiciones lo que el Papa nos diga; y por otra, que esto nos llegue muy dentro, y sirva para mejorarnos personal y colectivamente. Tenemos que pedirle a Dios por nosotros y por tantos que escucharán al Papa, y para que en el desarrollo de estas jornadas no se produzcan incidentes.

Pero la oración no se consigue por arte de magia, sino con la ayuda de Dios y con el deseo y la rectitud de intención de querer aprender lo que Dios mismo, por medio del Papa, nos diga. Así pues, se me ocurre que la palabra clave actual para la preparación de las JMJ puede ser 'oración': para saber escuchar, para saber entender lo que nos diga, para hacernos luego entender por los demás sobre las cosas que nos ha dicho, y para llevar a la práctica en nuestra vida lo que Benedicto XVI nos regala. Seguro que no serán temas indiferentes o superficiales, sino puntos cardinales seguros de referencia para seguir viviendo y conviviendo como personas e hijos de Dios.