Sociedad

Un notable espectáculo

Seria corrida de Adolfo Martín, sobresaliente faena de David Mora, otra notable de Iván Fandiño; firmeza de Eduardo Gallo

AZPEITIA. Actualizado: Guardar
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Aplaudieron de salida al primer toro de corrida, que tuvo plaza, nervio y movilidad, pero el defecto de gazapea, Eduardo Gallo, firme toda la tarde, resolvió el problema con un pierdepasos inteligente; aplaudieron en el arrastre al segundo, que, vuelto de cuerna y engatillado, un punto deslumbrado y suelto, metió la cara, y tardeó algo pero se vino con viva alegría cuando lo hizo, y aquí Fandiño, gran asiento, toreó con los brazos y los vuelos, muy primorosamente; el tercero fue el más complicado de los seis, y uno de los tres más serios por delante, se vino andando no pocas veces, se quedaba corto y a mitad de suerte o en los tobillos, se frenaba o se revolvía y se lo pensaba, pero, como todos los problemas fueron de casta y no de mansedumbre, también ese toro se aplaudió en el arrastre.

Aquí nunca había pasado que, después del zortziko y antes del enganche del toro, se volviera a pedir la oreja para un torero. Pero pasó con Mora. No fue petición mayoritaria. Pero la faena tuvo garra y méritos sobrados: aguante, poder para dominar los embates del toro como si fuera cosa sencilla, dibujo en muletazos excelentes y hasta un temerario final entre pitones.

Cuarto y quinto fueron de espectacular aparato: cornipaso y descarado el uno; cornalón el otro, tremenda la cofia, veleto y paso, las dos cosas, sacudido de carnes, elástico, como los de las pinturas rupestres. Este quinto, que escarbó mucho y más de comezón que de manso, fue bravo en el caballo, rompió a toro pegajoso y tuvo casi dos vidas. Un espectáculo: fue de mutante conducta; el cuarto, muy badanudo, sacó más dormido son. O le faltaría gas.

Y, en fin, el sexto, de tipo diferente a los demás, en lo que los expertos llaman la línea Saltillo-Ybarra, más cabezón y carácter más tratable, embistió despacio y, sin llegar a romper en son mayor, fue toro de corazón y nobleza. El debut de ganadero en Azpeitia de Adolfo Martín fue, por tanto, notable.

Como hubo toro, se entretuvo la gente. No hubo tiempos muertos en toda la corrida: ni en recibos de salida; ni en varas ni después de varas, donde cumplieron los seis toros sin reserva en un único pero duro puyazo; ni en banderillas, porque atacaron los seis; ni después de banderillas: fue corrida pronta -como conviene a los encastes de sangre Saltillo- y no de jugar sino de torear, que no es lo mismo. Anduvieron con torería genuina los tres de terna. En el segundo turno tanto como en el primero. Fue de especial categoría el toreo con la zurda de David Mora con el sexto: a cámara lenta, a toro prendido del hocico y suavemente templado y soltado, en tandas ligadas de tres y el obligado de pecho. Sin rutina, a pulso.

Tampoco Fandiño abrochó con la espada una faena, la del quinto toro, de notable paciencia, muchos recursos y de gran seguridad.