Espectáculo en Washington
Actualizado: GuardarLa gravísima recesión global que cobró su más dramática evidencia con la quiebra de Lehman Brothers el 15 de septiembre de 2008 y cuyos coletazos todavía son perceptibles ha sido inclemente con los gobiernos que han debido afrontarla, en todos los casos mediante potentes políticas de estabilización que han costado severos sacrificios a los ciudadanos. Y a veces con el estallido de una burbuja especulativa inmobiliaria que ha agravado la decadencia con un fuerte desempleo, como ha ocurrido en Irlanda, en los Estados Unidos y, sobre todo, en España, a la cabeza del paro en la Unión Europea. Las sociedades occidentales, víctimas de esta coyuntura mientras los economistas teorizaban sobre los 'ciclos largos' e insinuaban que el neoliberalismo nos había librado para siempre de las etapas recesivas, se han sentido estafadas, puesto que la crisis ha sido con claridad la consecuencia de los abusos del sistema financiero, que pudieron producirse por la abdicación de los Estados en su deber de supervisar y regular los mercados. La avaricia de los ricos, en su exacerbación, nos ha traído hasta aquí, sin que las superestructuras políticas hayan sido capaces de impedirlo. A consecuencia de ello, se ha desarrollado un gran desapego de los electores hacia sus gobiernos, tanto progresistas como conservadores, y la mayoría de las elecciones celebradas desde que comenzó la recesión se han saldado con la derrota de los partidos gobernantes. El laborista Gordon Brown llevó a su partido a la oposición por haber tardado en llamar a las urnas. Los gobiernos griego, portugués e irlandés fueron apartados del poder sin contemplaciones. Y los líderes de los países grandes de Europa, Merkel, Sarkozy y Berlusconi, están experimentando un fuerte desgaste que augura sus derrotas. El socialismo español está igualmente a las puertas de ser descabalgado de la mayoría si se cumplen los presagios de las encuestas. En este rechazo a los gobiernos en ejercicio hay también un punto de reprobación al sistema, un rapto de irritación por el hecho de que la política no se haya sabido sobreponer a la economía. Con la particularidad de que, en Europa, el problema no puede resolverse a escala de los Estados: la solución pasa por conseguir avances relevantes en la construcción continental.