Ernesto de Hannover tiene 56 años. :: HERIBERT PROEPPER/AP
Sociedad

Las orejas al lobo

GENTESusto general ante el ingreso de Ernesto de Hannover en un hospital de Ibiza

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Hay gente muy famosa a la que este verano no le está pintando nada bien. La rebelde Amy Winehouse reposa tristemente en su tumba y el turbulento Ernesto de Hannover acaba de salir de la UCI. Son dos casos diferentes, sí... Pero no tanto. Ambos tuvieron siempre en común una desmesurada afición por convertir su propio hígado en paté. Sin embargo, para su suerte, el príncipe güelfo (y golfo, según su negra leyenda) parece que se recupera satisfactoriamente de ese insoportable dolor abdominal que le hizo acudir ayer, de madrugada, al servicio de urgencias de la policlínica de Nuestra Señora del Rosario, en Ibiza, e incluso es posible que a la hora de leer usted estas líneas ya haya recibido el alta médica. El susto, eso sí, no se lo quita nadie. Ernesto había llegado a la isla Pitiusa de puntillas, que es como va últimamente por la vida. De su pasado como elefante en cacharrería apenas queda nada ya. Normal, le salía carísimo. No ganaba para pleitos y abogados: por agredir a un vecino de ínsula, por mear fuera del tiesto... En fin, un largo rosario de juicios por pendencias y dependencias. Tal vez acabó tan harto de letrados que ahora no quiere acercarse a un juzgado ni para pedir el divorcio. ¿Habrá desarrollado algún tipo de alergia? Él y Carolina de Mónaco, padres de Alexandra, de 11 años, hace tiempo que no viven juntos, ni se ven y posiblemente ni se hablan. Pero, hasta donde se sabe, siguen legalmente casados. ¿Por qué no ponen fin a una situación tan absurda en la era del divorcio express? Habría que preguntárselo a ellos. Tal vez hayan decidido adoptar la moderna fórmula de convertirse en una expareja de hecho. Y quizá hasta consigan ponerlo de moda. Pero la constatación de su ruptura ha venido rubricada por la ausencia de Hannover en la boda de su cuñado, Alberto de Mónaco. Mayor prueba que esa...

Ernesto, de 56 años, se encuentra ahora en Ibiza en compañía de unos amigos. Cuentan que desde que en 2005 sufrió una pancreatitis aguda y vio las orejas al lobo es enteramente otro. Se entregó a la filosofía hindú del Ayurveda, su mente se iluminó (y supongo que su hígado, de la alegría, no para de cantar el hare Krishna, hare, hare, rama, rama, ding, ding, dong...) Lo malo es que su mala fama aún le persigue. Ayer en el hospital pitiuso los médicos al verlo llegar (ya como quien dice desde el parking) presentían el diagnóstico: Pancreatitis. O, en su defecto, coma hepático. Pero mira por donde no. Que Ernesto no estaba muerto ni estaba de parranda. Esta vez lo suyo ha sido una infección abdominal que ahora le están tratando con los oportunos antibióticos. Cuando salga, tendrá un enjambre de paparazzi detrás. Si a ninguno de ellos le propina un paraguazo, es que de verdad está rehabilitado... O que no llueve en Ibiza.