Noruega investigará el rescate en la isla
La unidad de élite tardó una hora en llegar a Utoya y su lancha se paró a mitad de trayecto al ir muy cargada
BRUSELAS. Actualizado: GuardarLas críticas por la lenta reacción de la Policía en la masacre de Anders Behring Breivik empiezan a hacer mella en el Gobierno noruego. El primer ministro, Jens Stoltenberg, anunció ayer la creación de una comisión independiente para analizar las brechas de seguridad del país, especialmente su grado de preparación ante un ataque de esta envergadura. El equipo Delta, la fuerza de élite policial, necesitó una hora para llegar hasta la isla de Utoya y frenar la matanza. Cuando llegaron, el ultraderechista se presentó ante ellos desarmado y con los brazos en alto para que le detuvieran.
El primer ministro laborista acordó la puesta en marcha de la comisión con todos los partidos. Aunque en ningún momento puso en entredicho la respuesta de la Policía, anunció que «se analizará en profundidad» toda su actuación. Stoltenberg insistió en que lo prioritario para el país es «confortar y asistir» a las 76 víctimas de la doble tragedia. Su ministro de Justicia, Knut Storberget, calificó de «héroes» a los miembros de la fuerza de élite tras un encuentro con sus mandos. «Noruega debería estar orgullosa de ellos», proclamó.
Aunque los medios locales no han atacado de manera furibunda a sus fuerzas de seguridad, su lenta reacción ha causado asombro en toda Europa. «En muchos países habría protestas públicas si la Policía permitiera a un pistolero matar a decenas de personas durante una hora antes de ser detenido», subrayaba ayer Reuters en un análisis sobre la escasa contestación popular en Noruega. La lista de errores parece evidente desde fuera, pero el país escandinavo está todavía más pendiente de curar su profunda herida.
La cuestión que más polémica ha suscitado es el tiempo que tardó en llegar la unidad Delta a Utoya. Se han ofrecido distintas versiones, pero Breivik tuvo alrededor de sesenta minutos para ensañarse con sus víctimas. La base del equipo de élite se encuentra a unos 45 kilómetros de la isla y los agentes se desplazaron en coche. Al parecer, no tienen un helicóptero a su disposición -los medios locales hablan de recortes presupuestarios- y el aparato más cercano se encuentra a demasiada distancia.
Lanchas de vecinos
El transporte también se convirtió en un problema cuando los agentes llegaron al lago Tyrifjorden, donde se encuentra la pequeña isla de Utoya. La unidad Delta saltó rápidamente a un bote policial, pero el peso del comando y su material hizo que se parara a mitad de trayecto. Haavard Gaasbakk, uno de los agentes que participaron en la operación, detalló que tuvieron que montar en lanchas particulares divididos en dos grupos. «Podíamos escuchar los disparos golpeando en el agua», recordó. Para cuando alcanzaron la orilla, muchos jóvenes habían sido rescatados por los vecinos y el helicóptero de una televisión ya sobrevolaba la zona.
Breivik les estaba esperando. Había planeado la masacre como una operación de marketing para difundir sus ideas ultras y no pretendía caer acribillado. Otro miembro del comando, Jacob Baertnes, relató que nada más empezar a gritar que eran agentes armados se presentó ante ellos. «De pronto, lo tuvimos delante de nosotros con los brazos en alto y sobre la cabeza. Su arma estaba quince metros detrás de él y lo detuvimos con toda normalidad», explicó. En los interrogatorios posteriores, el pistolero admitió que esperaba haber sido capturado bastante antes.
El jefe de la unidad Delta tenía claro que Breivik no tendría más oportunidades de apretar el gatillo. «Si se nos hubiera acercado más o su detención hubiera tomado más tiempo, le habríamos disparado», remarcó. Pese a su actitud colaboradora, Breivik estuvo a un milímetro de ser abatido porque temían que llevara explosivos. Debido a su vestimenta, un uniforme policial falso, los agentes pensaron por un instante que llevaba un chaleco bomba. Tras ser detenido, comprobaron que perpetró la matanza con un fusil automático modificado.
Bernt Aardal, experto del Instituto de Investigación Social, arrojó un poco de luz sobre las escasas críticas que ha recibido la Policía, que sorprendentemente tuvo que revisar a la baja el número de víctimas varios días después de la masacre. A su juicio, se trata de una institución muy valorada y los noruegos conforman una sociedad abierta poco partidaria del castigo. «La reacción general es que ha sido un ataque contra todos nosotros. Se trata de la respuesta típica de una población pequeña y diseminada. Lo importante es estar unidos», indicó.
El propio primer ministro demostró ayer que no está obsesionado con lograr la condena más severa posible para Breivik. «Tenemos la posibilidad de largas sentencias y 21 años de cárcel es una larga sentencia», aseguró en referencia al tope penal ordinario. Algunas voces en el país han reclamado que se le acuse de crímenes contra la humanidad, lo que le acarrearía una pena de 30 años. Stoltenberg, de momento, tiene todo el apoyo de sus compatriotas. Según una encuesta del diario 'VG', el de mayor tirada en el país, el 94% de los ciudadanos respaldan su gestión de la crisis.