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Marco abre la Puerta Grande y el presidente se la cierra a Castella
El torero de la tierra cortó dos orejas, una a cada toro de su lote, y salió a hombros ayer en Santander
SANTANDER. Actualizado: GuardarLa corrida tuvo tres toros buenos, aprovechados de diferente manera. El lote más completo, para el modesto Francisco Marco, torero navarro pero considerado local por haberse criado en Santoña, muy cerca de la capital cántabra. El hombre hizo un esfuerzo a su manera, que de acuerdo a la capacidad que atesora por los escasos contratos que tiene, fue más de querer que de poder.
El tercer gran toro de la tarde fue para Castella, torero muy rodado, que naturalmente lo cuajó de principio a fin.
Fue inconcebible la valoración del presidente, que premió con suma generosidad al de casa, y castigó a Castella, despachándole con una sola oreja del sexto cuando la plaza era un clamor en la petición del doble trofeo. Para más contradiós ya en el tercero hubo también una fuerte petición de oreja para el francés que el «usía» tampoco atendió. Y no se trata de establecer comparaciones para devaluar los méritos del favorecido Marco, del que hay que insistir en destacar su amor propio, su extraordinaria actitud, aunque no tanto su aptitud.
De Marco sobresalieron unas buenas verónicas en el saludo a su primero y un quite también por bonitas chicuelinas en este toro. El arrojo con la muleta, en versión toreo de rodillas tanto en la apertura como en el cierre de faena. Y contando la efectividad de la estocada, trofeo seguro.
En el quinto más de lo mismo, aunque en la faena pasó también sus apuros, la estocada otra vez vino a significar la oreja que le abriría la cotizada Puerta Grande.
El tercero de la tarde, primero del lote de Castella, hizo de salida todo lo propio del encaste «atanasio», manseando, huido, rehuyendo la pelea. Pero como suele ser el toro de esta procedencia, terminó yendo a más. Igual que la faena del francés, cuya constante fue acortar distancias.
Castella estuvo muy capaz, por momentos más resuelto, más centrado, con un corolario de faena a base de muletazos invertidos en clima de triunfo seguro. Entró la espada a la primera, hubo pañuelos más que de sobra, y el presidente no quiso.
Pero por encima de otras consideraciones, los pasajes auténticamente triunfales de la tarde se vivieron en el sexto. Estimable lances a la verónica y un quite por chicuelinas de mucho ajuste y gran estética. La faena de muleta tuvo encanto por la limpieza, la estética del trazo; pero sobre otros fundamentos de embeleso, la contundencia de la técnica y del valor.
Toreo de suma precisión, en la distancia exacta. Mando y gusto, temple, fortaleza y armonía. Faena de altos vueltos a un toro que prestó mucho también por su buena clase y duración. Gran faena, para acabar, a un gran toro. No se entiende la actitud del «palco» premiando a Castella sólo con una oreja. Ponce no tuvo su tarde, sencillamente por falta de toros.