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«Dije entre bromas a mis amigos que ese hombre no era policía»

OSLO. Actualizado: Guardar
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Poco antes de disparar de forma indiscriminada en Utoya, Anders Behring Breivik, compartió ferry con varios participantes que se dirigían a la isla para participar en los actos de la isla. «Recuerdo que dije entre bromas que deberían comprobar sus credenciales y que ese hombre no era realmente un policía», relató ayer a medios noruegos, Hakon Sandbakken, un superviviente de la matanza. Al joven de, 22 años, le llamó especialmente la atención que el falso agente viajaba muy cargado, con diferentes tipos de armas y una maleta con ruedas.

El propio Breivik, con total sangre fría, fue capaz de iniciar una conversación con las que se convertirían en sus víctimas al comentar sobre el atentado que había ocurrido hace tan solo unas horas en Oslo y explicar que se dirigía a Utoya a realizar una inspección rutinaria. Sandbakken, que salvó su vida gracias a que prefirió quedarse en el muelle junto a unos amigos al llegar al lugar y permaneció escondido durante «una hora terrorífica» en una cabina cuando escuchó que se iniciaban los disparos, describe que «la sangre corría por todas partes». «Me encerré, pero luego cambié de opinión y abrí la puerta para que pudieran entrar otros», recuerda al tiempo que afirma que, cuando llegaron las fuerzas de seguridad, ayudó a trasladar a los heridos. La verdad es dura y yo, como todos los demás no me atreví a hacer nada excepto permanecer en el suelo hasta que, pasadas tres horas y media, llegó la Policía», confiesa.

A relatos de supervivientes como Sandbakken se suma el testimonio de familias que han perdido a seres queridos en la tragedia como es el caso del padre de Gunnar Linaker. «Papá, alguien está disparando», fueron las últimas palabras que escuchó decir a su hijo, una de las primeras víctimas de la masacre.