![](/cadiz/prensa/noticias/201107/26/fotos/6958305.jpg)
Breivik confiesa que tiene cómplices
El magistrado ordena su ingreso en una celda de aislamiento en Noruega tras acusarle de actos de terrorismoEl pistolero sostiene ante el juez que contó con la ayuda de «dos células» antimusulmanas
BRUSELAS. Actualizado: GuardarNi un atisbo de remordientos en el rostro. Incluso se podría decir que en algunas imágenes esboza una media sonrisa fría y aterradora. Anders Behring Breivik compareció ayer ante el juez satisfecho por la atención que ha logrado captar. Ya había avanzado en su infumable manifiesto de 1.500 páginas que la masacre de 76 inocentes era en realidad una operación de «marketing». Quería a todo el mundo pendiente para propagar su mensaje antimarxista y antimusulmán. Noruega no le dio ese placer. Su vista fue a puerta cerrada y ya empieza a pudrirse en una celda de aislamiento.
El pistolero ultraderechista, de 32 años, había planificado su puesta a disposición judicial como el inicio de «la fase de la propaganda». Su abogado, Geir Lippestad, trasladó al magistrado su petición para que la comparecencia fuera pública y pudiera acudir en uniforme militar. La solicitud de Breivik provocó un pequeño debate sobre la libertad de expresión en un país acostumbrado a una Justicia abierta y transparente. En las redes sociales, sin embargo, la inmensa mayoría tenían claro que nadie escucharía sus barbaridades. Cientos de personas acordaron apagar sus televisiones si el asesino tenía acceso a un micrófono.
El juez, Kim Heger, no permitió el espectáculo ultra. Siguiendo el requirimiento de la Fiscalía, decretó una vista a puerta cerrada sin público. El magistrado adujo especialmente razones de seguridad. Noruega ha sido siempre sinónimo de tranquilidad, pero una matanza así hierve la sangre a cualquiera.
Cientos de personas aguardaban en el exterior de los juzgados la llegada Breivik, que finalmente entró por un acceso trasero escoltado por un convoy policial.
Algunos jóvenes creyeron que varios coches camuflados que penetraron por la entrada principal transportaban al pistolero. «Sal fuera, sal fuera», gritó Alexander Roine, de 24 años, mientras zarandeaba uno de los vehículos. El joven conocía a una de las víctimas de la isla de Utoya y a tres supervivientes. «Todo el mundo le quiere muerto», espetó. Para entonces, el objetivo de Roine ya estaba prestando declaración ante el juez. Fue una vista corta, de apenas 35 minutos, en la que vomitó toda su ideología extremista.
El juez Heger fue el encargado de dar cuenta de los detalles de la sesión en una comparecencia posterior en noruego e inglés. Pese a que en los interrogatorios policiales se había jactado de que actuó solo, ayer rectificó. Breivik aseguró haber contado con el apoyo de «dos células» que también forman parte de su organización. No está claro que el pistolero pertenezca a ningún grupo, pero en su manifiesto asegura que en 2002 fundó en Londres una nueva orden de los caballeros templarios destinada a salvar a Europa de una supuesta islamización.
La Policía rechazó entrar en detalles, pero admitió que no se descarta «completamente» la posibilidad de que Breivik contara con colaboradores. En cuanto al móvil de sus demenciales crímenes, aseguró que pretendía «castigar» al Partido Laborista por traicionar a su país con «la importación masiva de musulmanes». Según describió el magistrado, el objetivo de la salvajada de Utoya era disuadir a los jóvenes para que no se unan a la formación de izquierdas. El tirador fue miembro de las juventudes de la principal fuerza de oposición, que mantiene un duro discurso contra la inmigración, pero lo dejó porque eran demasiado blandos.
Ocho semanas en prisión
El juez también aclaró que las masacres no estaban concebidas «para matar a tantas personas como fuera posible, sino para enviar una señal inequívoca». Este toque de atención tendría como destinatario directo a los laboristas, pero también a todo el continente. «Quería salvar a Noruega y a Europa de la invasión islamista y marxista», agregó Heger. El pistolero confesó las dos masacres, pero se declaró «no culpable». Su abogado ya había avanzado que cree que sus acciones fueron «atroces, pero necesarias».
El magistrado aceptó la petición de la Fiscalía y ordenó su ingreso en prisión preventiva durante al menos ocho semanas. De momento, la mitad de este tiempo lo pasará en régimen de aislamiento sin visitas, cartas, ni posibilidad de entrevistas. Solo podrá tener contacto con su abogado. El juez le acusa de actos de terrorismo, un delito por el que podría ser condenado al máximo legal de 21 años. Varios expertos recordaban ayer que esta pena puede ser ampliada si hay riesgo de reincidencia.
El fiscal, Christian Hatlo, desveló tras la vista que Breivik parecía «no estar afectado por lo sucedido». También se supo que parece dispuesto a pasar toda su vida en prisión. Las imágenes que se difundieron a su salida de los tribunales reflejaban esa estomagante frialdad. Sin afeitar y embutido en un jersey rojo, miraba por la ventanilla con total serenidad. Ayer, trascendieron nuevos detalles procedentes de su manifiesto sobre la preparación de los ataques. Al parecer, quería celebrarlos previamente con dos prostitutas de lujo y un buen vino francés. Ya se le han asignado dos psiquiatras para que evalúen su estado mental.