Editorial

Los 'indignados', en la calle

Una vez mostrada a los políticos su irritación, el 15M debería volver a la política real

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Este fin de semana, miles de indignados llegados de toda España tomaron nuevamente la Puerta del Sol tras un mes de peregrinaje desde sus lugares de origen, tiempo en el que han hecho proselitismo de su irritación, de sus razones. Numerosas columnas se habían dado cita en la capital de España para marcar un nuevo hito con el que hacer acto de presencia. Porque este es ahora el objetivo más trascendente de los representantes del Movimiento 15M: mostrar su consistencia, perdurar, mantener la llama de su protesta. Algo verdaderamente difícil en un contexto político, económico y social altamente cambiante y cargado de retos en el que las noticias son siempre por fuerza efímeras. En esta ocasión, los 'indignados' no han venido para establecerse. Son conscientes de que las acampadas en el centro de los grandes ciudades jugaron un papel pero no pueden repetirse si no quieren provocar la irritación ciudadana y traicionar su vocación estimulante. De hecho, ayer, Madrid, con el Paseo del Prado convertido en un predio campamental y multicolor, era objeto de escándalo para muchos madrileños que lamentaban que las riadas de turistas tuvieran que presenciar el espectáculo. Pero no durará la invasión: a partir de ahora, se establecerán en los barrios, montarán movimientos asamblearios. Tampoco pueden hacer mucho más: su misión consistía en mostrar a la superestructura política su irritación y esto ya está conseguido. A partir de ahora, el 15M debería regresar a las vías convencionales de participación, es decir, a la política real. La campaña electoral está próxima, y este es buen momento para aportar ideas. En cierta medida, la misión del 15M ya quedó cumplida. Los sectores más desintegrados de la sociedad, los jóvenes que en un porcentaje inaceptable no encuentran acomodo alguno, los millones de trabajadores condenados al desempleo, los estafados por la ficticia sensación de euforia que los llevó a entramparse, han querido hacer oír su voz y lo han logrado. Pero ahora ya no es tiempo de lamentos ni siquiera de diagnósticos: hay que ir cuanto antes a la urnas para tomar con decisión las medidas decisivas.