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El héroe de Utvika

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Un ruido hueco y una columna de humo negro dieron la voz de aviso de que algo raro ocurría en la pequeña isla noruega de Utoya. Al otro lado de la orilla, la familia Gleffe disfrutaba en el campamento de Utvika de una taza de café aquella fría tarde de verano. Nada hacía presagiar a Marcel, de 32 años, y a sus padres, Walter y Heidrum, que pudiera ocurrir un fenómeno monstruoso a las puertas del remanso de paz elegido para sus vacaciones. «Vamos hasta el muelle. Tenemos que ver qué pasa», pidió Heidrum, de 53 años, a su hijo. Fue así como, entre gritos, avistaron «varias cabezas flotando en el agua» y se convirtieron en héroes por sorpresa.

«En una situación así no piensas en otra cosa que no sea ayudar», confiesa Marcel en una entrevista al diario alemán 'Der Spiegel' al relatar que no dudó un instante en acudir al rescate de las víctimas que nadaban despavoridas entre los disparos del atacante. Tomó las llaves del pequeño bote que había alquilado y partió en él para sacar del agua a los jóvenes que, tras lanzarse desde lo alto de las rocas, intentaban escapar de la matanza.

Apenas unos minutos antes, la familia Gleffe acababa de ser informada por un vecino de los atentados de Oslo y «de inmediato» Marcel sospechó «que había alguna conexión con el anterior ataque». Mientras se dirigía en busca de los jóvenes, su madre envolvía con una manta a una adolescente que acababa de llegar a la orilla. «Ayuda, ayuda. ¡Tiros!», gritaba desesperada la chica.

«Había gente por todas partes nadando en el agua. Yo les arrojé chalecos salvavidas y subí al bote a quienes vi que estaban en peores condiciones», afirma Marcel, techador de origen alemán que desde hace dos años y medio trabaja en Noruega. «Todos gritaban, lloraban, pero también dieron muestras de gran valentía. Era increíble ver lo fuertes que eran», añade al precisar que pudo ver al asesino, en cuclillas sobre una roca, con su arma levantada.

Pese a los primeros intentos por socorrer a a los jóvenes, el inesperado héroe admitió que estaban tan asustados por la situación que, en un primer momento, se negaron a ser ayudados. «No se acerque. No se acerque demasiado, ¿o es que quiere matarnos?», le decían algunos todavía en shock por haber visto cómo Behring Breivik, disfrazado de policía, se abalanzaba sobre ellos con su rifle cuando pensaban que había acudido a la isla para protegerlos. «El atacante era tan cínico que llamó a la gente con la promesa de que iba a salvarlos», agregó otro hombre que también contribuyó a las labores de rescate.

La iniciativa de Marcel, que asegura que fue capaz de llevar a 20 personas a la orilla, fue seguida por otros campistas que en sus embarcaciones pudieron sacar del agua a un total de 150 víctimas. «Sin embargo, muchos de ellos se sienten culpables porque no pueden olvidar a todos aquellos jóvenes que tuvieron que dejar atrás porque no cabían en los botes», sostiene el psiquiatra Kirsti Oscarson, que visitó Utvika tras la tragedia.