Sociedad

Manzanares se divierte y El Juli sufre un poco en Valencia

VALENCIA. Actualizado: Guardar
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Por delante salieron tres toros con el hierro de Domingo Hernández. El primero era lo que la gente del campo llama un gato de Angora o peluche: sigilosa mansedumbre, pero tomó tres varas y tan tranquilo; suelto de suertes, persiguió en banderillas con galope de irse y no de cazar. Ponce brindó al público y todavía lo estaba sobando -o acariciando al gato- cuando el toro renunció. Como jugar con un ovillo sobre una alfombra. El gordinflón segundo, de quilla badanuda, astifino y cornicorto, no se dejó seducir ni por el siempre severo capote de El Juli, cobró tres varas. Julián, determinado, lo enceló en seis muletazos mandones y bellos de apertura, se lo sacó a los medios y ya no le dejó volver ni a tablas ni siquiera a rayas. El otro gato, el tercero, llevaba un toro en la barriga. A suerte descargada, de fuera adentro y sin soltar toro Manzanares con la diestra; mejor con la izquierda y con los vuelos de la muleta, embraguetado, ligando sin duelo. Parecía el toro otro también: tenía su fondo.

Luego de la interminable merienda, saltó el primero de los tres de Garcigrande. Ancho y gacho, más grandullón que ofensivo, parecía con sus 555 kilos el abuelo del recién arrastrado. El circular completo abrochado con el cambio de mano, los cambiados de temple pero echándose muy afuera el toro. Y el final obligado de ese circular cambiado en ortopédica postura que pretende entrar en el repertorio como poncina. El quinto fue el toro malaje de la corrida, porque, sin llevar gatos en la barriga, se afligió, se metió o topó, tiró cornadas y hasta con los cuartos traseros estuvo a punto de hacer tropezar a El Juli. El sexto salió con aire de bondadosa mansedumbre y no engañó a nadie.Manzanares volvió a cargar en la presunta suerte de recibir y no perdonó la arrancada del toro. No se sabe si la estocada fue de ley.