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NORUEGA, UN PAÍS DE PAZ

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Fue Al-Qaida o los libios de Gadafi? En todo caso una bomba que afianza la idea de que somos vulnerables. Noruega es el país en el que me habría gustado vivir, de no ser por el frío. Y no es una decisión irreflexiva. Hablamos del país más al norte de Europa, con el nivel de vida más alto del mundo, que a finales de los 60 descubrió depósitos de petróleo y gas en sus costas. Pero también del más tolerante y pacífico del planeta, que ha mediado entre Israel y la Organización para la Liberación de Palestina, donde nacen los 'Acuerdos de Oslo', referencia obligada en esa turbulenta relación en Oriente Próximo.

Es la gran pregunta que evito hacerme: si de nuevo el espíritu abierto e intercultural ha fracasado en este lugar de la tierra, aparentemente sin enemigos. En el que la segunda religión del país es el islam y un refugiado tiene todos los derechos inimaginables: casa gratis, trabajo bien remunerado y todos los derechos sociales. Si éste no será asimismo el signo que nos indique cómo la desaparición de Bin Laden solo fue un jalón de un largo camino hasta que Occidente se desembarace de la amenaza terrorista.

Ésa es mi tragedia. Que la violencia (islámica o de otro signo) vaya por barrios y no respete ni a los países de carácter amigable. Noruega es miembro de la OTAN, con una aportación ridícula en Afganistán de 500 solados y de unos cuantos F-16 en las operaciones aéreas contra Gadafi de la coalición que comanda la Alianza Atlántica, aunque ya había anunciado que el 1 de agosto lo deja.

El 8 de julio de 2010 tres personas eran arrestadas en Oslo bajo sospecha de que preparaban ataques terroristas, se las relacionó con los complots de Nueva York y Manchester. Más: el 20 de abril de 2009 se reconocía que el país se había convertido en 'objetivo político' para el islam. La población musulmana es de unas 100.000 personas, de las que una minoría reconoce estar cada día más perseguida. Al-Zawahiri acusó a Noruega de estar implicada en una guerra contra los musulmanes.

Y lo cierto es que estaba en la cabeza de las autoridades promover una política activa contra estas minorías intolerantes. Recientemente, a un imán se le ha impedido organizar un colegio musulmán en Oslo después de haber declarado que a quien no observe el mes sagrado del Ramadan hay que decapitarlo. La inteligencia del país ha venido señalando al extremismo islámico como la amenaza más importante.

El hecho de que hayan llegado con tanta facilidad al edificio que alberga la sede del primer ministro, independientemente del clamoroso fallo de seguridad, habla de la tranquilidad suicida de quien cree ocupar un puesto privilegiado, ajeno a las tensiones que conmueven el mundo. Por desgracia, cualquiera es objetivo de un terrorismo fanático que actúa por impulsos.

Eran las 3 de la tarde del día de la fiesta nacional, había poca gente en las oficinas. Llovía. Pudo ser un primer aviso. En un campamento de jóvenes, en una isla muy cercana a la capital, se produjo un tiroteo, que la policía no podía sino relacionar con el atentado de Oslo.