Sociedad

EL TURNO

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No hay que empujarse en las colas. Cada uno a su tiempo, que se decía en aquellas, mal calificadas de interminables, ya que se terminaban cuando se exhibía un letrero diciendo 'Se acabó el carbón, tercer año triunfal'. Las victorias y las derrotas civiles tienen algo diversamente en común: ambas obligan a la paciencia.

Hasta que no queden heroicos combatientes que abundaron por los dos bandos, los nietos de los llamados 'niños de la guerra' tendremos que soportar la misma ensangrentada gabarra. Qué culpa tendríamos algunos de que nuestros abuelos se llevaran tan mal, con lo buenos que eran. Los males gananciales gravitan en la vida española, que no puede desprenderse de su pasado. «No hay olvido», dijo Cernuda, que tuvo que exiliarse para intentar inútilmente un alejamiento del incendio.

Todo indica que hemos vuelto a una España galdosiana de relevos. «Ponte tú, a ver si no lo haces peor que yo». Francisco Camps se ha rendido, pero no ha puesto las manos arriba, para que no se le caiga lo que se ha llevado, generosamente, para su partido. No podía soportar que se le declarase culpable de cohecho, con el consiguiente deshonor, y seguir siendo el «honorable» presidente de la Generalitat valenciana. Su rendición ha sido aplaudida por todos los que no le abuchearon. La alcaldesa valenciana Rita Barberá, a la que nunca le agradeceremos suficientemente la transformación de esa hermosa ciudad, que ahora sí que es hermosísima, aplaudía el cambio, pero, ¿por qué lo aplaudía también a su lado don Federico Trillo?, también conocido como 'juntacadáveres'. Gran confusión, dentro del gran barullo.

Llegan los turnos y tienen prisa por encontrar su asiento los nuevos mandamases, que en realidad mandan muy poco. El gran conflicto es buscar localidades para todos, en primera o segunda fila. Hay codazos entre los que nunca han hincado los codos. El problema de los españoles sigue siendo el de encontrar un buen acomodador. La película es de sesión continua.