La reina Fabiola, viuda de Balduino I, junto a los actuales monarcas de los belgas, Alberto II y Paola, en el desfile de la fiesta nacional. :: REUTERS
MUNDO

Bélgica se sonroja en su fiesta nacional

El país conmemora su independencia irritado por la incapacidad de los políticos tras 400 días sin Gobierno

BRUSELAS. Actualizado: Guardar
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Bélgica celebró ayer su fiesta nacional más sonrojante. Pese a que ya han pasado más de 400 días desde las elecciones, en la tribuna de autoridades volvió a reservarse un asiento para un primer ministro en funciones. Los partidos flamencos y francófonos siguen inmersos en unas interminables negociaciones que no acaban de alumbrar un nuevo Gobierno. En su discurso previo a la jornada festiva, el rey Alberto II advirtió a los políticos del desprestigio que arrastran porque «no son capaces de encontrar una solución».

Bruselas era ayer una ciudad tomada por la Policía. Los actos centrales de la fiesta nacional coincidieron con la cumbre de urgencia de los líderes de la zona euro. Los bruselenses están más que acostumbrados a convivir con calles cerradas y cordones de seguridad, pero esta vez molestaban más que nunca. La conmemoración de la independencia de Países Bajos, sellada en 1831 con el juramento del primer rey de los belgas, recordó a muchos en plenas vacaciones que siguen sin Gobierno. Nadie quiere oír hablar de una posible fractura, pero el fantasma de la independencia de Flandes planea sobre el país.

Elio di Rupo, octavo mediador nombrado por el rey, pugna por lograr un acuerdo que devuelva la estabilidad política a Bélgica. El líder del Partido Socialista francófono presentó a principios de mes una ambiciosa propuesta para reformar por sexta vez el Estado. El documento, al que todavía dan vueltas las distintas formaciones, respondía en buena medida a las exigencias flamencas, que reclaman una mayor descentralización del país. En total, propuso que las tres regiones belgas -Flandes, Bruselas y Valonia- aumentaran un 40% sus poderes con transferencias en empleo, sanidad y políticas familiares.

Di Rupo, al que algunos francófonos acusaron de traidor, llegó incluso a ceder en una cuestión definitiva para los flamencos. El líder socialista aceptó escindir el distrito de Bruselas-Hal-Vilvorde, una zona de la periferia de la capital convertida en pulso histórico entre ambas comunidades lingüísticas. Varios gobiernos han caído en los últimos años por la falta de avances en este asunto. El mediador optó por romper el tabú y propuso eliminar los derechos especiales -poder votar a listas francófonas y ser juzgados en su idioma- a 35 ayuntamientos ubicados en territorio flamenco.

Dimisión no aceptada

El histórico planteamiento del emisario real parecía que podía desatascar la crisis política. Hasta siete partidos aceptaron sentarse a negociar la formación del Gobierno, pero las esperanzas se evaporaron rápidamente. La Nueva Alianza Flamenca (N-VA), el partido que ganó las elecciones, dijo 'no' a la propuesta de Di Rupo. A juicio de la formación independentista, la reforma del Estado no era suficiente. Ante esta situación, el líder socialista presentó su dimisión al rey hace dos semanas, pero no fue aceptada.

Desde su fallida renuncia, el mediador real ha optado por una nueva estrategia que hasta ahora no se había probado. La N-VA ha sido excluida de las negociaciones y el resto de partidos intentan formar un Ejecutivo. El acuerdo está en manos de los democristianos flamencos, que siguen al frente del Gobierno con Yves Leterme. El resultado es más que incierto y muchos ya hablan de la necesidad de convocar nuevas elecciones si Di Rupo fracasa definitivamente.