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Rajoy fuerza la salida de Camps y escoge a Fabra
La primera opción del líder opositor era Rita Barberá, pero su rotunda negativa abrió las puertas al alcalde de Castellón El líder del PP colocó al presidente de la Generalitat valenciana ante la disyuntiva de «o la deshonra durante tres años o la renuncia»
MADRID. Actualizado: GuardarFrancisco Camps, gesto compungido y rodeado de sus más estrechos colaboradores, anunció pasadas las cinco de la tarde de ayer su dimisión como presidente de la Comunidad Valenciana y la renuncia al liderazgo de los populares valencianos. «Es una decisión personal, a favor de mi partido, que pretende que Mariano Rajoy sea el próximo presidente del Gobierno». Con esta frase, el gobernante valenciano puso punto y final a 72 horas frenéticas en las que cambió hasta en tres ocasiones de opinión sobre cómo encarar su procesamiento por un delito de cohecho impropio. La presión de Rajoy y de su familia fueron determinantes para el desenlace. El alcalde de Castellón, Alberto Fabra, será su sustituto tras el acuerdo alcanzado por las direcciones nacional y regional del PP. La primera opción de Rajoy fue Rita Barberá, pero la incombustible alcaldesa de Valencia declinó la oferta.
Camps, tras muchas idas y venidas, rechazó declararse culpable, se negó a pagar la multa y asumió ir al juicio por la causa de los trajes. Lo contrario de lo pactado con Rajoy la semana pasada. De hecho, los abogados de Camps llamaron por la mañana al Tribunal Superior de Justicia para avisar de que el 'president' se desplazaría allí para autoinculparse y pagar. A la una de la tarde, y cuando todo estaba preparado para que firmara la «sentencia de conformidad», los letrados volvieron a llamar al tribunal para anularlo todo.
¿Qué ocurrió en esas dos horas? Camps, como reiteró hasta en tres ocasiones durante su comparecencia, se siente «completamente inocente». Su plan original, una vez que el juez Flors confirmó su imputación como supuesto autor de un delito de cohecho por haber recibido regalos de la trama corrupta Gürtel, era defender su inocencia desde el banquillo de los acusados, una estrategia que no entusiasmaba en la dirección nacional. Las reticencias se volvieron en negativa radical al conocerse que la vista oral de los trajes podía coincidir con la campaña electoral si José Luis Rodríguez Zapatero adelantaba los comicios.
Rajoy no quiere correr el riesgo de exponer al PP en vísperas electorales a un juicio que incluiría la declaración de los cabecillas de la trama Gürtel. Habrá juicio, pero con Camps como diputado raso.
El hasta ahora gobernante autonómico jugó con la idea de que su marcha era un sacrificio a favor de España y de su partido. «No puedo ser nunca ni el más mínimo obstáculo para que la voz clara y nítida de Mariano Rajoy llegue a los 42 millones de españoles», afirmó durante su emotiva comparecencia. «Me voy con la conciencia tranquila, el deber cumplido y con todos los proyectos hechos realidad».
Rechazada la opción de sentarse como presidente valenciano en el banquillo, surgió la posibilidad de declararse culpable para poner punto y final al tortuoso proceso. El giro de Camps, sin embargo, tuvo otros dos resortes. En una última conversación con Rajoy, que tuvo lugar sobre el mediodía, el líder del PP le planteó una disyuntiva concluyente: «O tres años y medio de deshonra o la renuncia». Es la fórmula habitual que tiene el presidente del PP en forzar soluciones de este calibre, dejando que la última palabra siempre la tenga la persona que se marcha de la organización. Así lo hizo con el extesorero del PP Luis Bárcenas, el diputado Jesús Merino y el eurodiputado Guillermo Galeote, todos implicados de una u otra manera en la trama Gürtel.
Por si fuera poco, sus abogados y el equipo jurídico de Génova, encabezado por el diputado Federico Trillo, cuestionaron los beneficios legales de asumir la culpa y pasar a tener, de esta manera, antecedentes penales que podrían pesar en supuestos próximos juicios, sobre todo en el previsible proceso por financiación irregular el PP. Enfatizaron que en un juicio con jurado todo podría pasar, pero que si no se inculpaba había muchas posibilidades de salir absuelto. Camps optó por este camino con el añadido político de la dimisión reclamada por el líder.
Agradecimiento
Rajoy, pocos minutos después de la comparecencia de Camps, emitió un comunicado para ensalzar la «intachable labor al frente de la Generalitat» y para alabar la «muy dura» decisión del expresidente valenciano que, a su juicio, adoptó «pensando en el beneficio de las instituciones y de los ciudadanos de su comunidad». El líder del PP acotó que Camps «ha sido, es y será un extraordinario militante del PP y además un gran amigo». Enfatizó, asimismo, que el adiós «no prejuzga en absoluto su presunción de inocencia» ni tampoco «empaña ni contradice la opinión que siempre he tenido de de su honorabilidad».
Una vez confirmado el abandono de Camps quedaba por dilucidar quién sería el nuevo presidente de la Generalitat valenciana. La primera opción de Rajoy y de la dirección nacional siempre ha sido Rita Barberá. Pero la alcaldesa de Valencia, amiga personal de Camps, rechazó ser el relevo en unas circunstancias tan dolorosas. Ni Trillo, hombre clave en este desenlace, ni Rajoy, que la telefoneó por la tarde, pudieron convencer a la regidora valenciana.
La segunda opción era Alberto Fabra. El alcalde de Castellón, de 46 años y un valor en alza que fue propuesto como candidato por aclamación por la dirección del PP valenciano en un acto donde Camps también se despidió como presidente de los populares valencianos. Fabra deberá ahora conseguir la investidura de las Cortes autonómicas, garantizada con la mayoría absoluta del PP.