SACALUGA
Actualizado: GuardarA la hora de cerrar esta edición, como se decía antiguamente, aún se ignoraba quién va a ser el nuevo presidente de RTVE después de la forzada marcha -escándalo de nepotismo incluido- del venerable Alberto Oliart. En los mentideros sonaba insistentemente el nombre de Miguel Ángel Sacaluga, consejero de acreditada obediencia socialista, pero esto, como puede usted imaginar, cuenta con la severa oposición del PP. Sacaluga nunca ha disimulado sus inclinaciones políticas, tampoco cuando era subdirector de informativos de TVE con María Antonia Iglesias, en la peor época del felipato, entre 1990 y 1996. Por si faltaba algo para adornar su perfil, además consta que es muy amigo de Alfredo P. Rubalcaba, que va a ser el candidato socialista en las próximas elecciones generales. Y, evidentemente, solo a la izquierda seduce la idea de que un hombre tan nítidamente identificado con el PSOE vaya a ser el responsable de la gestión de TVE en pleno periodo electoral. Sacaluga tiene todo el derecho del mundo a mantener las posiciones ideológicas que más le gusten, faltaría más, pero es evidente que tan clara definición limita sus posibilidades para ocupar ciertos puestos. El propio Sacaluga, en un gesto que -de momento- le honra, ha dicho que «no voy a aceptar ser presidente ejecutivo si se violenta el actual modelo de RTVE, que basa la elección de su presidente en el consenso de los dos grandes partidos». Esto viene a cuento de que, puestos en la tesitura de tener que elegir nuevo presidente, algún cráneo privilegiado de la Pública había pensado en alterar los estatutos de la corporación para eludir la necesidad de consenso y permitir que se elija a un presidente interino por mayoría simple. Esto ha salido del caletre de la Abogacía del Estado, o sea, del Gobierno, así que ya queda claro cuál es la jugada. Los dos consejeros del PSOE, más los de Convergencia, Izquierda Unida, Esquerra, UGT y CC OO, darían a Sacaluga la mayoría necesaria. Esperemos que Sacaluga no cambie de opinión y que se imponga el sentido común. Lo contrario sería una cacicada escandalosa.