La vida de los otros
Sin privacidad, el ciudadano está a merced de la coacción y una vez sometido al temor desaparece su libertad
Actualizado: GuardarLa tumba de un periódico con más de siglo y medio de vida, 'News of the Word', se ha ido cavando, paradójicamente, en la búsqueda del objetivo que el cien por cien de los medios persiguen todos los días: publicar noticias exclusivas. Pero el cierre del tabloide inglés propiedad del ciudadano Murdoch con sus 2,8 millones de copias de tirada y suculentos beneficios económicos es el resultado del masivo rechazo que ahora le muestra una sociedad que hasta hace pocas semanas acudía religiosamente a comprarlo al quiosco. Porque todo el andamiaje de 'scoops' y portadas sensacionalistas que hacían temblar al Parlamento, al deporte, al espectáculo y a la familia real británica estaba -presuntamente- construido sobre el espionaje y el engaño, el soborno y la violación de la intimidad. 'News of the World', en su desenfrenada carrera por la exclusiva, había edificado minuciosamente un entramado de escuchas que amenazaba con demoler el derecho a la intimidad y la garantía de la privacidad, pilares básicos sobre los que se han ido construyendo las sociedades democráticas.
Sin privacidad el ciudadano está a merced de la coacción y una vez sometido al temor desaparece su libertad. La cinta alemana sobre el submundo del espionaje de la Stasi durante los años de la guerra fría, 'La vida de los otros', ilustraba con quirúrgica precisión el devastador efecto en el equilibrio de una sociedad amedrentada por la telaraña de micrófonos escondidos y los pasos amortiguados del espía sin nombre que acosa en silencio. Aquí estamos, salvando las distancias, ante el desenfrenado afán por la vida de los otros, versión inglesa: la excitación por desnudar las cortinas de las alcobas, las cuentas corrientes de los otros y poner el ojo en la cerradura del hogar de enfrente. Nada que ver con el periodismo de investigación, cumbre del oficio informativo que tantas portadas de buen reporterismo ha dado también en España.
Conozco colegas que se han dejado el pelo acudiendo a citas a medianoche con la boca reseca de la emoción en busca de sus 'gargantas profundas'. Les he visto dejarse las pestañas repasando el Registro de la Propiedad en busca del dato que acredite la corrupción; y crujiendo a llamadas telefónicas a sus fuentes más escurridizas. Nada de sobornos, nada de micrófonos, nada de teléfonos pinchados. Pura artesanía profesional siempre con la fotografía de los 'hombres del presidente' en la cartera como los santos laicos del oficio. El hecho de que hayan sido precisamente otros diarios como 'The Guardian' y 'The New York Times' elementos decisivos en la demolición del tabloide tramposo alienta la esperanza en una profesión que dispone de sus mecanismos de control para restablecer el equilibrio de poderes y la credibilidad en un periodismo honesto que lucha por informar sin caer en el lado oscuro.