El inquisidor y el exorcista
Actualizado: GuardarErase una vez que era, a mediados del Siglo XIV, un inquisidor general en Aragón llamado Nicolao Eymerico. Era hombre recto y sabio y justo y además le gustaba tomar la pluma para escribir. Con ánimo de ayudar decidió fraguar un volumen que tituló 'Manual de Inquisidores'. Un día, consciente como era de que lo más difícil es el comienzo de un libro, se sintió inspirado y comenzó a escribir diciendo: «En punto à heregía se ha de proceder llanamente, sin sutilezas de abogado, ni solemnidades en el proceso». En caso de herejía, no valen garantías procesales ni sofismas de abogados, ha de actuarse con suma rapidez.
Érase otra vez que era, a finales del Siglo XVII, un Clérigo Regular Menor (también llamados Padres Adorno) de origen belga llamado Benito Remigio Noydens. Era hombre recto y sabio y justo y además le gustaba tomar la pluma para escribir. Con ánimo de ayudar decidió fraguar un volumen que tituló 'Práctica de Exorcistas y Ministros de la Iglesia'. Un día, consciente como era de que lo más difícil es el comienzo de un libro, se sintió inspirado y comenzó a escribir diciendo: «Arma virumque cano., dixo el poëta Virgilio, para començar una profana relacion de una frangrienta batalla». Era el comienzo de la Eneida, el presagio de una sangrienta lucha de hombres y armas.
Cual Borges renacido (que me gustaría, iluso de mí, ser) enlazo dos textos que nada tienen en común entre sí más que la edición facsimilar que de ellos ha realizado la Editorial Maxtor y que los compré ayer, como bibliófilo heredero del bibliófilo del que también soy heredero. La razón de esta unión no es otra que recomendarle su lectura a Don Francisco Camps, en estos momentos de dolor y tribulación tras su imputación por cohecho impropio por parte del Tribunal Superior de Justicia de Valencia mediante Auto de apertura del Juicio Oral que he podido leer hoy (en pdf), a las 7.40 horas, en la tranquilidad del amanecer del día del Carmen.
Y quisiera recomendarle su lectura porque el inquisidor Eymerico sabía bien -y le molestaba profundamente- de la labor dilatoria de los sutiles abogados, en los que Camps debe apoyarse. Y porque parafraseando al Padre Benito podría el Muy Honorable Presidente Camps, en su próxima aparición pública como 'autoridad' alzar la voz -asexuada y con acento valenciano- a los cielos y clamar: «Exorcizo te maligne ipiritus per Ielum Criftum Dominum noftrum, verum hominem, verumque Deum quem in deferto tentare aulus es».
Con tal fórmula quizás expulsaría de su partido a los que lo han hundido en este juicio por razón de los regalos de trajes de la tienda "Milano" -que otros malintencionadamente han intentado vincular con la Gürtel-, juicio que le amenaza con una Sentencia condenatoria no inhibilitadora, (previa sustitución por multa), cantándole cual Virgilio a la Diosa la gran cantidad de sangre que será derramada en tan cruenta batalla.