Inevitable acuerdo en EE UU
Actualizado: GuardarZapatero es ya un valor amortizado y el mérito del PSOE y del propio presidente del Gobierno consiste en haber entendido esa circunstancia y obrado en consecuencia. El todavía líder socialista está ya apenas pendiente del juicio de la Historia, que será seguramente severo aunque no podrá ignorar que la embestida de la recesión, un problema global que aquí produjo el estallido de la burbuja inmobiliaria, hubiera conmocionado a cualquiera que estuviese en ese momento en su lugar. Sea como sea, una vez que Zapatero ha entendido que su tiempo ha pasado, Rubalcaba ha tomado el testigo, con la evidente dificultad que le supone el hecho de que él mismo ha sido parte activa del proceso que nos ha traído hasta aquí por lo que difícilmente podrá aparecer como una solución incontaminada e innovadora. De cualquier modo, el candidato habrá de afrontar el gran reto de salvar a su partido en la dificilísima coyuntura actual, no tanto en el sentido de intentar ganar a su oponente conservador cuanto en el de detener la decadencia y la desafección que padece el PSOE por causa de la crisis (y de su gestión), que ya se advirtió con descarnado realismo el 22-M y que podría dejar reducida la representación parlamentaria socialista a términos dramáticos en las próximas generales si no se consiguiese cauterizar la hemorragia. Para que esta mudanza sea verosímil y el zapaterismo encuentre su repuesto, parece necesario llevar el cambio a sus últimas consecuencias y lo antes posible. En otras palabras, habrá de cumplirse el dictamen enunciado por Ramón Jáuregui en la entrevista que publica este diario: «Rubalcaba debe ser el líder del PSOE tanto si es jefe de la oposición como si es presidente del Gobierno». En otras palabras, el relevo, que de momento alcanza al simbólico cartel del candidato a la presidencia del Gobierno, habrá de llegar también al liderazgo socialista que se dirimirá en el próximo Congreso ordinario. Este itinerario de normalidad es deseable. Porque no se debe olvidar que el sistema político goza de buena salud cuando frente a un saneado partido gubernamental se alza un partido fuerte de oposición, capaz de ser el contrapunto del debate y de escenificar la alternancia cuando el país lo demande.
Es curiosa la ausencia de un genuino pánico mundial ante la posibilidad de que el gobierno norteamericano suspenda pagos, lo que indica que el mundo entero y los mercados no la consideran siquiera imaginable. El gran debate allí es el monto de deuda pública que se puede aceptar como manejable y, por tanto, hasta qué cifra puede ser aumentado, pero en paralelo hay otra discusión, más lógica y esperable, sobre el plan de ahorro que, en un correlato temporal, propone el Gobierno Obama. La oposición republicana, con reflejos preelectorales explícitos, combate sin tregua la proposición de la Casa Blanca y discrepa, como lo hizo con el debate presupuestario, sobre dónde debe actuar la tijera más activamente. Una discusión de tonos más ideológicos y políticos. En ambos asuntos, que son uno de hecho, habrá un acuerdo porque es inevitable. La oposición republicana, muy crecida tras su éxito en las elecciones de noviembre, ha sido advertida por su propio liderazgo en el Senado de que el electorado no perdonaría una conducta lesiva para el interés nacional y el papel americano en la economía mundial. La 'suspensión de pagos' se quedará, como otras veces, para otra ocasión.