El gaditano Fran Gómez resultó cogido por uno de sus enemigos. :: ÓSCAR CHAMORRO
Sociedad

Tarde triunfal de Galván

El gaditano Fran Gómez, que sufrió una voltereta, se va de vacío tras encontrarse con el peor lote del festejo

SAN FERNANDO. Actualizado: Guardar
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Abrió plaza el rejoneador portugués Francisco Palha, ataviado a la federica, que no es otra que a la elegante usanza dieciochesca. Joven rejoneador que demostró mucho temple en su toreo ecuestre al evidenciar una excelsa doma y una gran precisión en la ejecución de las suertes. Paró con solvencia la impetuosa acometida inicial de su primer enemigo, al que prendió dos rejones de castigo de limpia ejecución pero trasera colocación. Resultó éste un novillo bravo que derrochó movilidad y boyantía en la continua persecución del equino. Tres banderillas al quiebro, otras tantas a dos manos y una sucesión de rehiletes cortos, dieron paso a un rejón de muerte algo trasero. Mismo defecto de colocación sucedió en el cuarto, con el que se vio obligado a utilizar el verduguillo. También fue èste un utrero noble que persiguió con embestida constante y templada los cites del portugués, lo que bien aprovechó éste para prender dos rejones con mucha limpieza pero desiguales de colocación y cuajar después un tercio de banderillas lucido y variado.

Saludo capotero

Irrumpió el gaditano Fran Gómez en el ruedo con un decidido saludo capotero compuesto de dos largas cambiadas y unas verónicas en los terrenos en cada pase, a los que abrochó, ya en los medios, con airosa revolera. Pero el novillo, berreón y descompuesto, ya se coló dos veces por el pitón izquierdo durante la brega del primer tercio. Tras tomar dos varas en regla, se vivió un prolongado acto de banderillas en el que puso en evidentes complicaciones al peonaje. Manso y encastado enemigo con cuya encendida e incierta embestida se hizo Fran al bajar la mano en dos tandas de derechazos. Sintiéndose podido el animal, buscó pronto el cobijo de los terrenos de chiqueros. De nuevo en los medios, con la embestida ya muy corta, se venció por un pitón y prendió de manera dramática a Fran Gómez, al que buscó con saña en la arena. Repuesto del lance, volvió con ímpetu novilleril a la cara de la res, a la que pasaportó tras cuatro pinchazos y media estocada.

Ataviado con sincrónico pantalón vaquero, al resultar destrozada la taleguilla en el percance, salió el gaditano con enorme ilusión a recibir de capa al quinto de la suelta. Ejemplar castaño que, aunque muy noble, ya presentaba un embestida corta y deslucida en las verónicas iniciales. Cuajado animal que, como el segundo, también necesitó de dos entradas al caballo para atemperar su genio y fortaleza. Franela en mano, el novillero de la capital realizó todo un derroche de ganas y pundonor ante un animal que presentaba una acometida escasa y carente de celo y profundidad. Lo intentó con denuedo por los dos pitones, se pegó un auténtico arrimón en un toreo encimista postrero en el que citaba con las rodillas en tierra, pero no había mucho que hacer. El novillo ya hacía tiempo que había dado por concluida el exiguo capítulo de sus embestidas.

Temple

El auténtico triunfador del festejo fue el novillero local, David Galván, quien tuvo la oportunidad de derrochar esa tauromaquia tan personal que atesora y esa plasticidad y sentido del temple que sabe imprimir a su toreo. Plenitud torera que llegaría cuando la tarde languidecía, cuando las sombras inundaban un coso isleño que se vio iluminado con la luz del toreo de Galván en el sexto ejemplar. Novillo noble y de suave embestida que permitió al isleño cuajar mecidas verónicas e hilvanar una faena maciza a base de series de redondos y naturales en la que los pases se sucedían plenos de elegancia y pulcritud. Labor bien refrendada con la espada que le valdrían los máximos trofeos. Ante el tercero, bravo y pegajoso, la labor de Galván careció de continuidad y, en ocasiones, templanza.