Sociedad

¡Adjudicado! Las reliquias de la cultura popular alcanzan cotizaciones millonarias en las subastas

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Empecemos con un caso extremo: en marzo, un casino pagó 35.000 euros por una cajita de plástico que contenía un mechón de pelo de Justin Bieber. El joven cantante tiene un cabello bonito, brillante y bien cuidado, eso se ve en las fotos y no se puede negar, pero quizá no tanto como para justificar un precio así de exagerado. Al fin y al cabo, ¿para qué puede querer alguien esos recortes rubios? Muy sencillo: el casino en cuestión, GoldenPalace, los ha incorporado a una muestra itinerante de tesoros como un zapato de Celine Dion, el test de embarazo de Britney Spears, el carné de conducir de Michael Jackson o un cálculo renal del actor William Shatner, el capitán Kirk de 'Star Trek'. Se trata de un ejemplo extravagante de la pasión por las reliquias de la cultura popular, una modalidad de coleccionismo que triunfa en las salas de subastas. En siglos pasados, se llegó a declarar alguna guerra por disputarse el cuerpo de un santo; hoy, se desembolsan miles y miles de euros para conseguir la ropa que lució alguien conocido, como si la volátil sustancia de la fama -esa santidad contemporánea- se quedase impregnada de alguna manera en las cosas.

Las piezas más codiciadas son, lógicamente, las que han permanecido de algún modo en la memoria iconográfica de nuestra cultura, capaces de alcanzar a veces precios abracadabrantes. El mes pasado, los subastadores dieron salida a una cantidad insólita de objetos emblemáticos, entre los que resulta inevitable destacar el vestido que se enfundó Marilyn Monroe en 'La tentación vive arriba', aquel de color marfil que entró en la eternidad con un revuelo de faldas sobre la rejilla del metro. La casa californiana Profiles In History esperaba conseguir por él entre 700.000 euros y millón y medio, pero la puja continuó hasta superar los 3,2 millones. En la misma subasta, celebrada el 18 de junio, se vendió por 2,6 millones el diseño con el que Audrey Hepburn acudía a las carreras de Ascot en 'My Fair Lady' y por 850.000 euros otro vestido de Marilyn, utilizado en 'Los caballeros las prefieren rubias'.

Una semana después, también en California, la casa Julien's celebró su tradicional subasta anual de 'memorabilia' relacionada con el pop, y de nuevo se excedieron con creces todas las previsiones. La inconfundible cazadora negra y roja que lleva Michael Jackson en el vídeo de 'Thriller', por la que se esperaba sacar unos 285.000 euros, se remató en 1,2 millones tras la enconada porfía entre una docena de pujadores, la mayoría de ellos misteriosos personajes que participaban a distancia. Se impuso uno de los presentes en la sala, Milton Verret, un tejano enriquecido con el comercio de oro, coleccionista de Ferraris y guitarras, que planea dedicar la cazadora a recaudar dinero para ayudar a niños enfermos. «No pensaba pagar más de 850.000 euros», ha admitido, sin dar demasiada importancia al gasto extra. En aquella sesión, por cierto, también cambiaron de manos curiosidades como una peluca de Michael Jackson (51.000 euros), un juego de toallas de rizo de su rancho Neverland (1.100 euros) o incluso un soporte de guitarra destrozado por Kurt Cobain (1.200 euros).

Más o menos a la vez, en Toronto, se estaban subastando catorce conjuntos de Lady Di. El remate más alto, de casi 600.000 euros, correspondió al vestido azul oscuro con el que la princesa de Gales acudió a una recepción en la Casa Blanca, allá por 1985. Fue una ocasión señalada, sobre todo, porque Diana dejó a un lado su habitual apocamiento y se marcó un baile con John Travolta. Más modestos fueron los 28.000 euros que se pagaron en Londres por una pieza, ciertamente, mucho menos glamurosa: el severo bolso de Margaret Thatcher, un complemento sin tonterías que la 'dama de hierro' poseyó durante treinta años. «Es un momento muy bueno para vender -explicó su anterior propietario, el escritor y expolítico Jeffrey Archer-, porque los chinos y los rusos están coleccionando por primera vez».

Pero ¿acaso tiene sentido plantearse estas compras como inversión? Resulta evidente que algunas personas ganan mucho dinero con piezas de este tipo. Los catorce vestidos de Lady Di, que ahora han sumado dos millones de euros, se habían comprado en 1997 por poco más de 600.000, aunque es verdad que la muerte dramática de la princesa elevó bruscamente su cotización. El propietario de la casa de subastas canadiense donde se han vendido no alberga ninguna duda de que, dentro de diez años, los precios actuales se contemplarán «como una ganga». Pero también es cierto que la fama está sometida a fluctuaciones inesperadas, de manera que la estrella de hoy puede ser mañana un nombre pasado de moda o incluso olvidado, así que hay que andarse con mucho cuidado al elegir el momento de vender. «En general, este tipo de coleccionismo casi nunca se compra como inversión, se trata de un valor demasiado arriesgado -apunta David Durán, de la casa de subastas madrileña Durán-. Normalmente, quienes adquieren estas piezas son apasionados y tienen ese afán de posesión. Cuando se pagan millones por un objeto de Michael Jackson, es para no venderlo en la vida: además, tendrías que dar con alguien igual de loco que tú».

Hitler o la Madre Teresa

El recuento de las subastas del último mes también tiene su cara tenebrosa. «En esto, los malos suelen ganar. Un recuerdo de Hitler o Mussolini se paga más que uno de la Madre Teresa», apunta Durán, y ciertamente despiertan gran expectación los 'souvenirs' del lado turbio de la humanidad. Aunque, a veces, las atrocidades cometidas por el sujeto quedan tan lejos que el asunto adquiere un respetable barniz histórico: a finales de junio, en una casa de subastas de Denver especializada en el Lejano Oeste, se adjudicó el único retrato conocido de Billy el Niño, el más recordado de los forajidos, un tipo del siglo XIX que mataba, atracaba bancos y robaba ganado. El subastador comparó la imagen, un ferrotipo, con «el Santo Grial», y los coleccionistas ratificaron ese juicio entusiasta: en solo dos minutos y medio, la puja ya se acercaba al millón de euros, y tras una dura contienda final se colocó en los definitivos 1,4 millones. Se lo llevó William Koch, propietario de una de las compañías energéticas más importantes de Estados Unidos y apasionado del 'far west'.

Más recientes son las fechorías del gánster Al Capone, de quien se subastó por las mismas fechas un revólver, un Colt del montón cuya única peculiaridad era la estatura criminal de su antiguo propietario. «Ciertamente ha sido disparado, a juzgar por su estado general. Se puede suponer que, sí, podría haber vivido algo de acción», animó el especialista en armas de la londinense Christie's. Por él se pagaron 78.000 euros. Claro que la subasta más peculiar la organizó, directamente, la Policía Judicial estadounidense, que repartió en lotes las propiedades de Unabomber, el matemático enfrentado al progreso que tuvo en jaque al país durante dos décadas, enviando artefactos explosivos que preparaba en su cabaña sin agua ni electricidad. El terrorista cumple cadena perpetua y, con la venta de sus bienes al mejor postor, se pretende compensar de algún modo a sus víctimas. Lo que no explica este admirable planteamiento es qué resorte mueve a alguien a pagar 14.000 euros por la sudadera y las gafas oscuras con las que este sujeto fue inmortalizado en su retrato robot.