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La izquierda ante el abismo

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Qué bonito cuando a estas alturas del año andábamos escribiendo distendidamente de las delicias o la nostalgia del verano! Menuda diferencia con este agónico día a día de una crisis que amenaza con poner en quiebra a Italia, a la que seguiría pronto España. ¿Qué locura es ésta? ¿Cómo las instituciones políticas, los políticos que nos gobiernan, han fracasado de esta manera? El liberalismo que inspira al capitalismo se ha desvirtuado transformándose en un neoliberalismo que ha cedido su legítima soberanía política a los mercados y las agencias de calificación, al capitalismo financiero y especulador de un mercado globalizado sin control político. Ha creado un monstruo sin rostro que desprestigia el noble arte de la política, humillando y haciendo temblar a nuestros representantes como a los niños de aquellas películas de miedo que veíamos en los cines de verano de nuestra infancia.

Pero también la izquierda, en su apuesta por la socialdemocracia ha fracasado sin paliativos. Está perdiendo sustancia y predicamento, arrastrada por su incapacidad para proponer e imponer donde gobierna otras políticas y respuestas distintas a la neoliberal, que se ha convertido en el único paradigma o verdad posible y obvia, al modo de la antiguamente llamada ley natural.

¿Cómo no entender que los ciudadanos indignados, que son de izquierdas, se sientan estafados por unos políticos que han dejado transformar la democracia en deudocracia, especulocracia, mercadocracia, o como ustedes quieran designar a Estados soberanos gobernados en realidad por una minoría multinacional no electa e ignota?

El problema lo tiene la izquierda porque carece de un proyecto y un discurso adecuado a la globalización y el ciberespacio que sea atractivo para los nuevos actores sociales, una vez desaparecida la clase obrera. La derecha tiene el modelo de sociedad que quiere, su único problema es administrarla para que haya crecimiento, al precio que sea, y que el consumo no se pare.

La Izquierda ha de revisar su propuesta histórica de valores que apunten hacia un nuevo modelo social, no mediante revoluciones que nadie quiere, sino mediante la transformación de este neocapitalismo inmoral y obsceno en una sociedad más justa en la que el mercado y el consumo no legitimen y prestigien el individualismo más feroz e insolidario. Donde la política articule la economía, los impuestos sean proporcionales a los ingresos, el Estado garantice la salud, educación y vejez de todos, los ciudadanos controlen las grandes decisiones (democracia digital instantánea), se combata la corrupción política y la especulación financiera y se prestigien valores como el esfuerzo, el mérito, la solidaridad y la justicia. El problema es que nada de esto es posible desde el estado-nación y por tanto desde el programa político de un solo partido. Hay que europeizar o mundializar la estrategia para ofertar un proyecto ilusionante. Debería ser posible porque la mayoría sufre inmerecidamente una crisis que sólo beneficia a una minoría.

En definitiva, me ha salido una carta a los Reyes Magos varios meses antes de su fecha. Quizás debiera dirigírsela a Rubalcaba, a ver qué puede hacer al respecto.