Economia

TRANQUILIDD ABSOLUTA

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El presidente Zapatero es un optimista contumaz. Si hubiese sido director de un periódico de la época, nunca hubiese titulado «El Titanic se hunde». Al contrario, hubiese encabezado su periódico con algo así como «El Titanic aplaza sine die su llegada a Nueva York». Ahora nos pide «tranquilidad absoluta» pues no hay ningún dato que haga peligrar nuestra estabilidad. ¡Dios mío, qué templanza! Y, luego, se apunta a la corriente general. ¿Se han detenido a pensar en la curiosa coincidencia de que todos los que proponen soluciones para la crisis actual, adjudican siempre a otros el esfuerzo que es necesario acometer? Pues eso; para nuestro presidente son los países grandes quienes deben aplacar los nervios que enloquecen a los mercados y les llevan a castigarnos a los pequeños.

Pidió claridad a la Unión Europea. Y determinación. Aquí tiene toda la razón, aunque pensábamos que él formaba parte de quienes deben aportar parte de esa claridad y determinación. También criticó la forma en que se está tratando la entrada de los bancos privados en el rescate de Grecia, olvidándose de que por decir algo de consecuencias similares acabamos de crucificar a las agencias de rating, quienes se atrevieron a insinuar que tal intervención supondría una quiebra encubierta. En cualquier caso, parece que Europa ya no se asusta con la posibilidad de que tal suceso se produzca y la quiebra griega empieza a observarse con la misma impotencia como vemos a la ley de la gravedad fijarnos al suelo. Pero deberíamos extremar la cautela. Una cosa es que sea inevitable y otra, bien diferente, que sea inocua. Porque no lo es. Es material altamente inflamable y corrosivo. Recuerden que muchos recibieron la quiebra de Lehman Brothers como un ejercicio saludable de regeneración financiera. Sin embargo, luego, la mayoría de ellos, se arrepintieron. ¿Nos pasará lo mismo con Grecia?