Recuerdos de Adolfo Sánchez Vázquez
DR. EN FILOSOFÍA Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN Y DIPUTADO POR CÁDIZ. Actualizado: GuardarHa fallecido Adolfo Sánchez Vázquez (Algeciras 1915-Ciudad de México 2011). Desde los años 80 hasta su muerte no ha cesado de recibir honores de los Gobiernos y las Universidades de España y México. Casi una decena de doctorados Honoris Causa y las mas altas condecoraciones españolas y desde luego el reconocimiento de su patria chica andaluza y gaditana, aunque no alcanzó el estatus de personaje público reconocible por el gran público del que sin duda era acreedor.
Se lo merecía por su labor humanista y por su personalidad de filósofo comprometido. La Diputación de Cádiz le otorgó la Placa de Oro de la Provincia de Cádiz y la Universidad de Cádiz el doctorado Honoris Causa.
Ni soy el más indicado ni es el lugar adecuado para narrar su trayectoria filosófica. Cuando en 1997 me dedicó dos tomos sobre su obra que le preparó la Universidad Nacional Autónoma de México comprobé que ya un centenar de filósofos de todo el mundo le reconocían detalladamente su valía y valoraban su trabajo en lo que pesaba. Volví a estar otras jornadas con él en 2002.
Adolfo Sánchez Vázquez tenía una cortesía, una caballerosidad y una talla intelectual y moral verdaderamente espléndidas. Le acompañé por Cádiz, fuimos en el vaporcito a comer a El Puerto de Santa María, lo llevamos a Algeciras, participó en el Café y Brandy y en todas partes cumplía con educación, exquisitez, pulcritud y profesionalidad de hombre recto y moral.
Tenía muy dentro la sensación del exiliado, hijo de la España peregrina. El lo había escrito: 'El desterrado no tiene tierra. Está en vilo sin asentarse en ella.al cabo del largo periplo del exilio, el exiliado se ve obligado a serlo para siempre'. España era su patria de origen pero todo se lo debía ya a México. Aquí sentía sus raíces pero su vida era ya mexicana. Su familia estaba ya implicada en la sociedad mexicana absolutamente. No era de ninguno de los dos lados de su vida. O mejor era ya de los dos. Y en ninguno podía reposar con sosiego porque su salida de nuestro país no fue voluntaria. Aquí estaban sus recuerdos más vivos, los de la infancia por Algeciras y Málaga y recordaba unas visitas a Cádiz y Sanlucar con sus tíos. Allí una brillante carrera profesional que lo llevó a presidir a los filósofos mejicanos y a formar parte de organismos consultivos de la silla del Águila -Carlos Fuentes dixit- de México.
Hizo la guerra de España en el ejército republicano y permaneció en esos ideales hasta su muerte. Creyó en el marxismo y el socialismo toda su vida y dedicó a su estudio infinidad de libros. Algunos de ellos los compré en el 70 en la semiclandestinidad tolerada de la librería Fuentetaja en la madrileña calle de San Bernardo. Se trataba de Ética y Filosofía de la Praxis, editados por Juan Grijalbo, otro exiliado como él y como la pléyade que acogió México con el presidente Lázaro Cárdenas. Desde entonces a mis encuentros con él trascurrieron muchos años. Democracia y conocimiento de su obra en España fueron unidos, aunque hay que reconocer que tarde porque su pensamiento fuerte llegaba a destiempo.
Ahora nos desgarra la noticia de su muerte y le debemos a este discípulo de Ortega y Gasset -y compañero de la crema filosófica del exilio español- el reconocimiento de los grandes hombres como pensador comprometido y como dijo Mariano Peñalver cuando se le otorgó el doctorado por Cádiz vinculado a «un proyecto de transformación del mundo así como el compromiso personal de contribuir a su realización». Sánchez Vázquez sabía que había que «transformar un mundo en el que se genera, hoy como ayer, no solo la explotación y la opresión de los hombres y los pueblos, sino también un riesgo mortal para la supervivencia de la humanidad». Honrar a un hombre honrado dijo Muguerza en Madrid. Yo me convierto con mucho gusto en su eco.