Editorial

Impotencia ante los mercados

Europa sigue sin dar una respuesta firme y coordinada que frene la desconfianza

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Las instituciones europeas están dando pruebas de una preocupante impotencia ante las crecientes turbulencias de los mercados. Ante tales efervescencias y los crecientes síntomas de contagio a países como Italia y, en menor medida, España, el presidente del Consejo Europeo, Van Rompuy, convocó por sorpresa a los máximos líderes europeos -presidentes del BCE, del Eurogrupo, del Ecofin, de la Comisión- con el fin de desencallar un acuerdo para el segundo rescate griego. Ayer, al término del encuentro, Van Rompuy se limitaba a comentar lacónicamente en twitter que la reunión había servido para discutir e intercambiar puntos de vista. Por la tarde, se reunieron los ministros de Economía del Eurogrupo para tratar de pactar las «líneas directrices» de la participación de la banca en el segundo rescate de Grecia. Al término del encuentro, se filtraba igualmente que no se prevé un acuerdo final hasta septiembre. Hoy se reúne el Ecofin, sin que se prevean respuestas clarificadoras al ataque a Italia que están llevando a cabo las agencias de calificación de riesgos. La Bolsa de Milán no ha parado de desplomarse desde la pasada semana y la prima de riesgo italiana llegaba ayer a los 267 puntos, si bien la española superaba los 300. La perplejidad ante tanta incompetencia es general, y ayer mismo, el presidente Zapatero reclamaba una «respuesta europea» que aclare el papel que tendrá el sector privado en la reestructuración de la deuda griega, para así frenar la desconfianza de los mercados hacia otros países. Pero no hay respuestas, probablemente por la falta generalizada de liderazgo político en Europa. Como excepción a la atonía reinante, el pasado domingo Trichet defendió una vez más la creación de un ministerio de Finanzas europeo, una propuesta federal que va en la dirección de establecer una única política fiscal en la Eurozona. Evidentemente, éste es el único camino realista, que requeriría una clamorosa decisión de los Estados concernidos. Pero no parece que la actual política europea sea capaz de articular una respuesta tan audaz.