EL MARCADOR

EL ETERNO MORENO

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Se me hizo raro, aunque no fui el único. A las 9.10 de la mañana de ayer un espigado jugador del Xerez... Perdón, exjugador del Xerez, pisaba el prado del anexo del Municipal de Chapín. Lapsus permitido, ya que ver a Vicente Moreno con la indumentaria de cuerpo técnico (azul, con franja blanca) en lugar de la que llevaban los que fueron hasta hace un mes sus compañeros, era raro, muy raro.

Y es que ya son siete pretemporadas consecutivas asistiendo al primer día de trabajo de los azulinos y era la primera vez que la leyenda del xerecismo, a pesar de estar de corto, no se disponía a tocar balón. Ni mucho menos, fue el maestro de ceremonias encargado de presentarle a Merino a los integrantes del cuerpo médico, así como a los utilleros.

Acto seguido el semblante se le cambió, y se puso la careta de entrenador, esa que a veces aparecía en los entrenamientos cuando aún se disputaba un puesto en el once titular. Durante más de una década, más de 400 partidos, en Segunda B, Segunda o Primera, el semblante en el primer día era el mismo. El mismo que tenía ayer.

A sus compañeros se lo ha dejado claro. Sigue estando en forma a pesar de que ya no tendrá que partirse el alma por un escudo y unos colores, al menos en el campo, y quiere lo mismo en sus pupilos. Peor aún para ello, ya que saben que los conoce bien. Conoce sus puntos débiles, y eso es lo peor que le puede ocurrir a un futbolista profesional. Estuvo con mando, mano firme para aquellos con los que ha vivido mucho. Se le vio templado, al menos con los canteranos. Como futbolista ya le calentaba la cabeza a los más jóvenes con consejos sobre el propio terreno de juego (que le pregunten a Carlos Calvo). Ahora solo queda saber si se va a animar a ponerse el calzón y la zamarra en el partido ante el Málaga. Bien le quedaría, seguro.